Capitulo 7

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Nalia


Miraba hacia el techo intentando distraerme con lo que sea. La clase estaba aburrida y el dolor de cabeza me mataba. Solo quería que este día se acabara. Lo peor de todo era que no le entendía nada al profesor, solo sentía ese dolor terrible. 

—Señorita Nalia —levanté la cabeza—, ¿se siente bien?

Asentí con la cabeza

—No lo parece —me miro a través de sus lentes—. ¿Que estaba diciendo? 

¿Por qué me pasan estas cosas?

—¿Eh? —hice una mueca—, pues usted estaba hablando del —el sonido del timbre me interrumpió, ¡Que alivio!

—El timbre la salvó

Solo le sonreí

Guardé todas mis cosas en mi maleta, salí del salón y unos insoportables cólicos llegaron a mi, ¡Lo que faltaba!. Sabia que tenia la regla, pero yo no tenia cólicos, no era normal que tuviera cólicos, ¡No yo! ¡¿Porque yo?!.

Tomé mi abrigo. Necesitaba calor. Salí al patio, me puse mi abrigo y me senté en una de las mesas con mi cabeza entre mis brazos. Los cólicos fueron calmándose. 

—¿Estas bien? —alguien preguntó, esa voz era conocida. Levanté mi cabeza con dificultad, era Adrián 

—No —le respondí muriéndome otra vez por los cólicos

—¿Andrés?

Asentí con la cabeza y afirmé —Andrés

—Me compadezco de ti y de todas las mujeres —comentó sentándose alado mio.

—Gracias Adrián, ayudas demasiado —le respondí con sarcasmo

—Lo siento —dijo con una sonrisa en sus labios

—No te rías, ¿No que te compadecías de las mujeres? —le pregunte fulminándolo con la mirada

—Lo hago —respondió levantándose

—¿Adonde vas?

—A algún lugar donde no me mates

—Eso no es cierto, ni siquiera te he hecho nada —le respondí enojada

—Cambios de humor

—Espera, ¿Cómo sabes tanto de este tema?

—Yo... eh, uy no tienes hambre?

—Adrián —enarqué una ceja

—Fue un gusto Nalia, Adiós

Veía como se alejaba, y un intenso dolor se intensificaba. Volví a mi posición inicial. Por lo menos había calma...

—¡Vaya, Vaya! —levanté mi cabeza, sabia quien era el dueño de aquella voz—. La ardillita está enferma —lo miré sin entender... hasta que me di cuenta que la única persona que me decía así era Lesslie. ¡La voy a matar!

—¿Que quieres Rixon? —le espeté

—¡Uy!, que humor —entrecerré los ojos, molesta—. Debes estar en esos días 

—Rixon, cállate —tras decir eso, agaché mi cabeza y las puse entre mis manos.

Me sentía realmente mal, cada cólico era peor que el anterior. Los minutos fueron pasado y los cólicos también se fueron calmando. Había un poco de paz...

Solo un día masDonde viven las historias. Descúbrelo ahora