Capítulo 3, Parte 5

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CAPÍTULO 3, PARTE 5.

Una semana después, cuando quedaron claros dos aspectos fundamentales para tía Brígida ante notario, la creación del fondo de reserva por medio de sus ahorros y la inversión de cinco socios que ella aportaba, además de que las mismas obreras le solicitaron la filiación dado que iba a seguir aportando su trabajo personal por cuanto la administración, y todo ello conseguido tan rápidamente gracias al buen hacer del abuelo Carlos, ya no le importaba que en el rubro salud, ella y las obreras forzosamente tuvieran que re insertarse en el IMSS, pues ahora cursarían bajo el régimen de autónomos.

La parte de inversión del abuelo Gustavo en la recogida del vidrio para llevar a la embotelladora quedaba al margen de la cooperativa por obvias razones legales ya que constituían parte de la herencia a Natalia y que el abuelo grande había estipulado desde que Brígida fundo el taller de esferas navideñas. Y sin embargo, los recolectores y repartidores de este vidrio se sentían satisfechos dado que la fuente de trabajo seguiría en pie hasta concretar lo que por ley se dispusiera al caso, y a lo cual Brígida prestó dinero y abogados para agilizar tamaña tramitología.

            Así era tía Brígida cuando soñaba, soñaba en lo más alto del alto cielo.

Al cabo de un mes la cooperativa inició legalmente e hicieron una fiesta de celebración. Donde se presentaron a los socios, Paquita y tía Chica entre éstos, los cuales anunciaron la inminente creación de un dispensario y un aula para regularizar a los hijos de las obreras como regalo de inauguración. A su vez Brígida también presentó a sus antiguos contactos para exportaciones, asegurando que pronto tendrían como primer mercado, París “donde están ávidos, aseguró, de productos con acabados artesanales”.

Todo ello trajo la austeridad a casa tanto en tiempo como en el gasto corriente familiar, pero Nico era la más entusiasta para eso de las apreturas en el gasto diario pues decía que a Brígida, como antaño a la abuela Amelia, no se le olvidaba que para llegar a cocol, antes había de ser chimisclán. Por demás Natalia insistió, sus tías no le aceptaron un ápice de la herencia del abuelo Gustavo, ésa seguiría destinada para sus estudios, mismos que realizaría en Xalapa, al igual que Franco ¡gracias a una beca que le otorgó la bancada del abuelo Carlos! Ya en la estación y rodeados de familia a Natalia la otrora ansiada independencia ahora la sentía una tirana al separarla de los afectos más amados.Sólo le mitigó la agridulce despedida el que Nico le asegurara “anda sin miedo, que por más que viajes no te librarás que te zumben los oídos con mis oraciones y bendiciones”. Xalapa hervía de jóvenes como una verdadera Atenas, tal cual le había asegurado el abuelo Gustavo.La población de por sí pululante de estudiantes, se incrementaba los fines de semana pues de todo el estado acudían jóvenes en busca de contacto con sus peñas, sus cafés, sus eventos culturales, acontecimientos que por sí mismos les proporcionaba, por unas horas, la sensación de libertad de expresión con sus coloquios de cafetín de banqueta, conciertos de jazz verdaderamente improvisados en la alameda, debates entre alumnos y maestros delante de comentaristas de radio y televisión local, en suma, comunicación a pasto de todo tipo de ideologías y movimientos intelectuales allende las fronteras del país.

            Esto, y el hecho que de antemano contrataron en una pensión cuya dueña, doña Lucha, una viuda veracruzana de pura cepa, sin hijos y que por lo mismo adoptaba como suyos a los inquilinos, menguaron en Natalia el profundo abatimiento que la acompañó desde que las obreras y su familia la despidieron. Dos meses después, Franco consiguió trabajo de medio tiempo en el despacho de una de las más antiguas notarías. Además, por su buen hacer rastreando información consiguió que el cronista de la ciudad, un arquitecto renombrado, le pagara un extra como su colaborador un día a la quincena pues Franco se manejaba perfectamente en francés, italiano y hasta en inglés, por lo que los compañeros de oficina y de facultad le apodaron el huarache veloz de la Británica.

La chacha NicolasaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora