Nuestras almas unidas.
Cuando tenía cuatro años su madre murió. Así de fácil. Solamente recuerda ser encontrada luego de horas frente a un lago con las manos quietas sobre sus rodillas llenas de las pequeñas piedras que había en la tierra. No sabía cuánto tiempo había pasado en esa posición, con la mirada fija en el agua estancada y las cosas regadas a su alrededor, sin saber qué hacer.
Sumida en un estado casi catatónico.
Recuerda que la recogieron, la llevaron lejos y le acariciaron los brazos con demasiada fuerza mientras la policía extraía el cuerpo de su madre del lago en el que había estado. Recuerda sentir los ojos secos y la boca pastosa. Recuerda no poder llorar.
Su padre la fue a recoger, le dijo que lleve las cosas que quisiera y que no se tardase. Lena solo guardó su oso de peluche, un libro que su madre le leía siempre y un cuaderno de dibujos de su madre. Un par de fotos y abrigos también.
Subió a un avión de la mano de su padre, las azafatas le dieron de comer y ella decidió que no le gustaba el salmón pero que la señorita azafata que lo ofreció tenía unos ojos como los de su madre, aunque de un verde menos intenso.
Ella sintió que las lágrimas se aferraban a sus mejillas frías, huyendo libres de sus ojos y aflojando el hielo en su pecho. Su padre la acercó a su pecho y le susurró que su madre había sido su alma gemela, y que ahora un pedacito de su alma se había desgarrado con su perdida.
Ambos lloraron y lloraron, abrazándose como si esa fuese su ancla a la vida.
Lena tenía cuatro años, pero ya había perdido a alguien importante para ella, y esa fue solo la primera vez.
Llegaron a Estados Unidos, Lena se aferró a la mano de su padre y dejó que él besase su cabeza y le dijese los nombres de su nueva familia mientras bajaban del avión, su mochila volvía a estar en su espalda y el oso se encontraba en su brazo izquierdo, apretado contra su pecho.
Lillian y Alexander Luthor.
Su padre se llamaba Lionel y tenía la frente llena de líneas, su nariz era un poco caída y sus ojos eran de un azul verdoso que a Lena le gustó mucho porque se parecía al color en sus propios ojos. Su padre la llevó a una gran casa con rejas y una puerta de madera muy bonita y tenebrosa.
Entraron y ahí estaba su nueva familia. Su nueva madre y su nuevo hermano.
"¿Sabes jugar?"
La mano cálida de su padre en su nuca la empujó un poco hacia adelante, su nueva madre se levantó y caminó hacia su padre mientras ella se acercaba al tablero de ajedrez.
Su madre tenía uno, pero era menos bonito que ese, ese tablero de ajedrez le susurró en silencio que todo sería así a partir de ese momento. Más imponente, más grande, con más de un delicado poder que se enroscaba silenciosa y perfectamente en sus manos, en su cuerpo y giraba hacia su palpitante corazón, encajando de la forma más extraña, nueva e impecable.
Lena aflojó el agarre en su oso y miró a los ojos de su nuevo hermano, los susurros de su padre y su nueva madre detrás de ella no hicieron nada por debilitar su decisión, ella sonrió un poco al tiempo que se subía a la silla que antes había ocupado su nueva madre.
Su nuevo hermano le enseñó un poco, su voz sonando algo curiosa y muy indiferente, ella conectó sus puntos con los que había dicho su madre antes y al final de la noche ella se bautizó como Luthor. Con un juego de ajedrez ganado y el brillo desafiante que se escondía entre el interés que mostraba su nuevo hermano Lex.
A sus cinco años Lex había cumplido dieciséis años y su conexión con su alma gemela se había comenzado a afianzar. Él no hablaba con nadie que no fuese su hermana sobre eso, hasta que Lena, por alguna razón que ni ella misma sabía, no quiso saber más del tema.
ESTÁS LEYENDO
[Supercorp One-shots].
FanfictionMúltiples One-shots Supercorp que no tienen finales tristes porque soy un alma débil para estas dos. - Muchos de ellos han estado guardados durante un tiempo con ideas base y recién me da por terminarlos. Muchos Au's. Soy fanática de escribir sobre...