Ladrona hechicera.

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Los guantes sin dedos se ajustaron a la perfección en sus manos, las tiras se apretaron en sus muñecas y su cola de caballo estaba ajustada en su cabeza. Ella asintió hacia Sam desde su posición en la pared y se empujó hacia afuera mientras Brainy se encargaba de encontrar algún vehículo de escape, puesto que el suyo hace un tiempo que había perecido en las tontas travesías del grupo.

Con un suspiro de odio, Lena caminó hacia las puertas doradas de la Sala e ingresó con pasos fuertes, uno de sus compañeros apresurándose a su lado nada más pisó el perímetro cerrado lleno de oro y marfil.

La Sala estaba atestada de personas, las gradas se pintaron de distintos ropajes y en el aire colgaban farolillos de hilos invisibles hechos de magia. El centro estaba vacío. Si no fuera por los lujos y la extravagancia, podría ser un coliseo listo para una pelea de gladiadores.

Lena miró el lugar libre de gradas donde, siempre vistoso, estaba el pedestal que su hermano se había hecho a sí mismo. De oro macizo y flotando como una nube compacta, se encontraba la tarima donde estaba el trono de Lex Luthor, hijo de los linajes más antiguos de las galaxias y actual gobernante del universo, o al menos los que se inclinaban a él.

El icor en sus venas era una demostración con su esencia y el dorado en su palacio era un representativo de por lo que debía ser adorado.

Lena miró detrás de su puesto vacío a la pared donde colgaba como burla la reliquia en forma de escudo, su forma más reconocida era la de un carcaj y su arco, o su variación más constante, una espada. La llave tenía varias formas, varios caminos, y su hermano había elegido la más vistosa. Un escudo. El arma era hermosa e importante, un origen que con el tiempo había perdido su certeza pero que, como cualquiera sabía, solo reaccionaba a la sangre.

Lena miró a Andrea con los ojos empañados de molestia, dirigiéndose ambas hacia la fila donde Jack, su quinto acompañante, se sentaba con una actitud abierta y tan escandalosa que hacía fácil evitarlo. Ambas se dirigieron a él, acomodándose hasta que Lex decidiera que había hecho esperar suficiente.

Pronto, sonaron cornetas y arpas, trayendo consigo a la corta que su hermano elegía para decoración junto a él. Era un grupo de mujeres hermosa, bellezas que opacarían a cualquiera y que, quisieran ellas o no, debían acompañarlo. No eran solo hermosas, si no que estaban versadas en combate para poder defenderlo y dar su vida si hubiera un atentado.

Pero claro, ellas no eran reconocidas por eso, solo por sus facciones esculpidas y sus cuerpos deslumbrantes, cubiertos por una túnica blanca y cintas doradas, las coronas en sus cabezas las hacían todavía más deslumbrantes e inalcanzables.

Antes, mientras y después de que formaban parte de la escuadra del rey, nadie tenía el derecho de mancillarlas de ninguna manera, por más placentera que fuera. Eran puras, ya sea solo de cuerpo. No importaba, de todos modos, ellas eran los letales ángeles de Lex y Lena tendría que arreglárselas para matarlo a él y no a ellas, sin que la maten antes, eso es.

Ojalá fuera tan fácil.

“Ya va a entrar” Susurró Jack a su espalda, su mano apretada con furia en la de Lena. Eran amigos desde la infancia, compañeros de aventuras. Pero Jack siempre fue un miedoso y Lena siempre se regodeó de ser su caballero y escudero. El dúo perfecto. Más para una niña que había crecido bajo la sombra de su padre y su hermano mayor, ambos en algún momento gobernantes del universo. Lena Luthor había tenido que pelear desde que pudo caminar.

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⏰ Última actualización: Sep 26, 2022 ⏰

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