Kara y Lena

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Era martes por la noche, hacía calor y la música en el mejor de los casos invitaba a llorar sobre la barra. No podía identificar la canción, pero Lena encontró ese ambiente reconfortante; justo lo que estaba buscando después de su día pesado y agotador. Tanto física como emocionalmente.

Ella arrastró sin gracia los pies hasta la barra precariamente vacía y se sentó en uno de los taburetes, sus dedos ágiles moviéndose al azar sobre la pantalla de su celular y eliminando uno de los pocos contactos personales que mantenía en ese número.

Con un suspiro, su celular cayó sobre la barra y ella se apoyó para sacar su billetera del bolsillo de la chaqueta que estaba usando, unos minutos más tarde, una cuenta abierta y un vaso con whisky entre sus manos, Lena Luthor se encontraba rememorando todo lo que había pasado ese día desde el momento en el que salió de su cama.

Primero hizo lo que haría cualquier persona que se molestara en querer sobrevivir en ese miserable mundo de mierda en el que vivía, se había cubierto el rostro cuando su primera alarma sonó y se encontró agarrando su celular para ver si tenía alguna novedad desde las dos de la mañana que fue el momento en el que se desconectó del internet. Eran las cinco y notó que tenía muchos correos entrantes que no se molestó en revisar en ese momento.

Su segunda alarma sonó y ella se levantó, orinó, su necesidad básica más temprana, y se lavó los dientes, siguiendo una breve limpieza al cuerpo antes de ir al gimnasio. No era la mayor fan del gimnasio cuando eso quería decir que debía despertar más temprano de lo que debería ser legal, pero de todos modos le gustaba gastar toda su ansiedad y energía reprimida en alguna actividad física que no fuese morder obsesivamente la punta de sus bolígrafos y lápices.

De allí todo corrió en lo normal. Hasta su descanso de las diez y media de la mañana cuando se acordó de que, de hecho, tenía novia. Y que no había hablado con dicha novia desde que su novia la había llamado para discutir alguna tontería con ella a las tres de la tarde del día anterior, el momento en el que Lena había decidido ignorar a Andrea y pasar tiempo con su mejor amiga.

Entonces, se podría decir que su novia no fue la más cálida al momento de contestar a su titubeante llamada.

"Lena".

"Hola, Andrea" Murmuró Lena, su mejilla contra su mano y sus ojos cerrados. Ella era la imagen del cansancio.

"¿Qué quieres?" Espetó Andrea, Lena podía imaginarla con el ceño fruncido sobre sus ojos claros, el cabello castaño, casi rubio, cayendo por sus hombros. Quizás estaría sentada desayunando algo después de haber pasado en la oficina hasta que su asistente inevitablemente le diría que debía comer algo. La imagen de Andrea en su cabeza fue como una pintura sosa ante sus ojos. No le evocaba nada efervescente en el pecho, no removía sus sentimientos como un torbellino y la hacía quedar con una sonrisa tonta en el rostro. A veces se preguntaba por qué todavía seguía con ella cuando sabía que no sentía ni gramo de amor romántico hacia ella.

"¿Hablar contigo, supongo?"

"Ya veo, ¿entonces solo soy una cosa más en tu lista de tareas? Porque así es como lo haces parecer, Lena".

"Dios, Andrea, ¿ya comenzarás? Solo estaba llamando, reportándome, quería saber qué tal estás. Quería tener una conversación normal, no empieces con esto, por favor".

"¿Ah, sí? Yo empiezo, ajá. ¡Yo empiezo esto! Claro, yo soy la que cancela nuestros planes porque 'Demonios, Andrea, perdón. Kara está triste porque su perro se enfermó, me quedaré con ella esta noche. Lo siento, no tomaré el vuelo a París, pero puedes ir tú', ¿cómo pude olvidarme que yo soy la que cancela todo por su mejor amiga?"

[Supercorp One-shots].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora