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La madre de Jungkook entraba en la taberna de la aldea pidiendo ayuda por su hijo. Jadeaba por su repentina carrera apoyando manos sobre sus rodillas una vez entró dando un portazo.

—¡Ayúdenme! Por favor. Jungkook está encerrado. ¡Le tienen preso!

Un chico que se encontraba sentado en una de las mesas robustas de madera oscura intentó hablar con ella serenamente para que se tranquilizara.

—Eh, eh, señora.

—¡Es Jungkook! Tiene que ayudarme. Tiene a Jungkook.

—¿Quién le tiene? —se levantó de la silla dispuesto a prestar atención hacia la mujer.

—¡Una bestia! Una enorme, horrorosa y monstruosa bestia —mencionó la madre, delatando la realidad. Algunos de los presentes en el establecimiento rieron de su ocurrencia.

¿Una bestia? Eso no existía. Pensamientos de los presentes en la taberna donde la madera rebosaba por cada esquina. Paredes decoradas con cuernos de animales, reliquias para los cazadores de la aldea.

—La vida de mi hijo corre peligro. ¿De qué se ríen? ¡No es una broma! Su castillo está oculto en el bosque. Allí ya es invierno.

—¿Invierno en julio? —preguntó un hombre que se encontraba en otra de las mesas. Los demás volvieron a reír—. Es una anciana chiflada.

—¡Escúchenme! La bestia existe. ¿No lo entienden? ¿Nadie va a ayudarme?

—No.

—Por supuesto que no —comentó otro hombre levantándose de su silla con una jarra de cerveza en la mano.

—Estás loca —mencionó otro de los presentes.

La madre de Jungkook miraba a todos queriendo encontrar a alguien que sí quisiera ayudarle. ¿Cómo era posible que en una aldea, dónde la mayoría de hombres eran cazadores no quisieran ayudarle a recuperar a su hijo? Estaba viendo cómo el mundo se le venía encima. Ni una ayuda, ni una buena palabra de aliento para mantener la esperanza de poder salvar el destino del joven de las zarpas de la bestia.

—Yo le ayudaré.

Un hombre apuesto alzó la voz después de los rechazos que recibió la madre de Jungkook. Era un cazador de la aldea conocido por sus logros y su fachada, siendo de personalidad narcisista y egocéntrico.

—¿Qué? ¿Lo harás? —preguntó la madre de Jungkook con miedo.

—Claro —se dirigió a los presentes con sus brazos abiertos, caminando hacia el centro de la taberna—. Kwon se encargará de la bestia y rescatará a su hijo, madame —concluyó con una sonrisa donde sus blanquecinos dientes relucían entre las luces de las velas en las lámparas.

—Eso, Kwon —animó uno de los presentes, ahora viendo que había alguien que se atrevía a ayudar a la mujer, iban a ser simpáticos.

—Eres el mejor. ¡Viva Kwon! —alzó la jarra de cerveza con espuma rebosante deslizándose por el borde del metal para brindar con todos.

—¡Viva!

—¡Destruyamos a esa bestia! Si tiene a ese muchacho, pronto puede venir a por nosotros.

Todos vitorearon a Kwon y aplaudieron su disposición para ir a por esa bestia. Kwon tenía razón y se había ganado el respeto de todos los de la aldea una vez más.


Taehyung se dirigía a la puerta del dormitorio de Jungkook. Sus pezuñas acariciaban la suave moqueta que adornaba el suelo del castillo. Al llegar a la puerta, echó una mirada a Lumiere y a Din don que se encontraban junto a él, pidiendo alguna señal de avance. Levantó su mano para aporrear la puerta tres veces. Tres golpes que resonaron en la habitación y alertaron a Jungkook. Alguien le esperaba tras la puerta en el pasillo.

La flor escarlata ✧ TaekookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora