Es Ella

SEVEN

T/N Castillo POV:

Sentí los rayos de sol colarse por mi ventana. Desafortunadamente, cualquier indicio de luz hace que me levante de inmediato. Olvidando por completo lo último, no cerré las cortinas anoche, por lo que son las 06:00 am y estoy despierta.

Me asomé por la ventana y ví al Capitán América corriendo; qué flojera... ¿quién se levanta a esta hora a hacer ejercicio? De no ser que una vez despierta ya no puedo conciliar el sueño, sin duda volvería a la cama.

Después de una ducha, tomé el libro que tengo en el buró a un costado de mi cama, lo tengo conmigo desde antes de que los Chitauri atacaran New York.

Normalmente no tengo hambre por las mañanas pero ya he tenido un par de "discusiones" con Tony porque no le gusta que no desayune. Voy camino a la cocina pero inconscientemente o consciente pasé por la celda de Loki.

— Hola, de nuevo. -me senté en el suelo-. Vengo a leer otro poco, ¿te importa? -me miró-. Tomaré eso como un sí.

Comencé a leer en mi mente, sólo quería hacerle compañía... supuse que la querría después de estar encerrado por un tiempo y no charlar con nadie, aunque en realidad no hablemos. Además que, después de lo que pasó ayer... no quiero que piense que me asusté o que lo estoy juzgando.

— Lee en voz alta. -ordenó.

— Traje un libro distinto... es de mis favoritos. "La Cumbre Escarlata"

Aclaré mi garganta para comenzar la lectura.

— "Saber a qué le tememos...

— ... "es saber quiénes somos". -completó la frase.

— ¿Conoces el libro? -pregunté.

— Si no lo conociera no sabría la frase, ¿no crees?

— Creo que esto te queda como anillo al dedo.

— ¿Cómo que "anillo al dedo"?

— Sí, es una expresión mexicana. Cuando algo se adecúa a ti. -frunció el ceño-. Creo que tú no sabes quién eres. No quieres aceptar tus miedos-

— ¡Qué tontería! -me interrumpió-. Yo sé perfectamente quién soy. El legítimo rey de Asgard. Soy un gigante de hielo, en otras palabras: un monstruo.

— Jamás había escuchado algo tan erróneo. Loki, tú no eres un monstruo, simplemente eres una persona rota y la gente no lo entiende.

Se mostró tal cuál es: Jötunn.

— Entiende que no me das miedo. -añadí segura mientras me ponía de pie-. Eres hermoso. -frunció el ceño-. Me parece ridículo que hagas esto para tratar de alejarme.

No respondió.
Me acerqué al panel de control.

— Ni se te ocurra hacer algo. -lo miré seria.

Abrí la celda y entré despacio, lejos de pensar que llegaría asustarlo, quería cerciorarme de que no se sintiera incómodo.
Estiré mi brazo para tocar su rostro, tuve que inclinar mis pies para alcanzarlo.

Tan cerca estaba de él, que pude sentir su respiración. Helada justo en mi nariz.

— Te quemarás -advirtió despreocupado.