Bienvenido a Páramos Fúngicos

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El gorjeo de los pozos de ácido acompañaba el crecimiento de los hongos, que alzaban sus cabezas sobre la tierra para esparcir las semillas de la próxima generación, en un proceso tan rápido que cada mañana el paisaje era diferente, pero este día en particular, había algo en el páramo  que modificaba la escena aún más de lo normal. 

En el fondo de un valle, medio enterrado entre la tierra y las setas brillaba una luz blanca, una que aunque era tenue, lograba abrirse paso entre la inmundicia y el moho. Al acercarse más se podía apreciar que se trataba de un bicho bioluminiscente, un gusano específicamente, que aunque en esos momentos se mostraba inerte, era claro que la chispa de la vida aún estaba dentro de él.

De pronto un ligero temblor sacudió su cuerpo y la criatura abrió sus ojos con pesadez, tosió un par de veces y con esfuerzo se levantó del suelo temblando, le dolía todo su cuerpo y el aturdimiento hacía de sus recuerdos algo borroso y confuso, se quedó unos momentos sentado tratando de recuperarse y de aclarar su mente, cosa que logró luego de unos minutos.

Cuando finalmente estuvo en condiciones de examinar su entorno se dio cuenta de que ese sitio no le era familiar, ni siquiera había estado alguna vez en un ambiente así ¡Todo estaba repleto de hongos! ¡Y eran enormes! Edwyn nunca había visto hongos en su estado salvaje, para él lo normal era verlos en su plato, trozados, aderezados y acompañando alguna carne, esto era surreal ¿Dónde rayos estaba?

De inmediato puso su cerebro a trabajar y tras pensarlo un poco no tardó en deducir que ese sitio era Páramos Fúngicos, un lugar donde era casi mágica la forma en la que crecían los hongos en tanta cantidad. Por supuesto que había leído del tema alguna vez, pero los libros que habían sobre la flora y fauna de esta zona no eran muy completos, probablemente debido a lo complicado que era investigar con la presencia de las mantis, aunque había escuchado que se habían abierto a recibir algo de gente en los últimos años.

Aún así se notaba que todavía faltaba aprender mucho sobre Páramos Fúngicos, por algo jamás había leído sobre un garpiés fúngico....

Y entonces los recuerdos lo golpearon con toda su fuerza. Finalmente se develó la cortina de humo que opacaba los hechos que habían ocurrido recién.

Recordó a su hermano que se había ido por su cuenta para retar a las Lords, a su padre desesperado yendo a buscarlo, a sus hermanos y a él corriendo detrás, el monstruo enorme que los atacó, el segundo monstruo enorme que los atacó, a su hermano Coco que fue a ayudarlo y el momento en el que fueron devorados....

Su corazón se apretó cuando llegó a ese punto, Coco se había sacrificado para salvarlo, ahora lo veía con claridad, cerraba sus ojos y todo acudía a su mente, aquella cavidad húmeda de olor asqueroso, casi podía sentir la presión del bicho que trataba de triturarlos con su boca para tragarlos y un escalofrío recorrió su espalda cuando escuchó las últimas palabras de su hermano.

—¡Edwyn! ¡Usa tus garras!

En toda su vida jamás había tenido que usar las garras de mantis, nunca tuvo necesidad, la comida llegaba lista a su plato, no cazaba ni era aficionado a la lucha, por lo que para él solo eran una herencia inútil y poco estética. Alguna vez se le ocurrió decir en voz alta lo mucho que le disgustaba tener esas garras tan feas que desentonaban con su imagen de príncipe, su padre al oírlo se había enfadado mucho y lo regañó diciendo que no era correcto despreciar la herencia de su madre y que algún les encontraría la utilidad, por su parte solo se quedó callado considerando estúpido valorar algo como eso.

Pero al final, su padre tenía razón, aquellas garras resultaron ser la diferencia entre la vida y la muerte. Un gusano normal hubiera sido engullido sin problemas, pero él luchó, enterró sus manos en aquella boca y el dolor forzó al monstruo a abrir sus mandíbulas en un grito ensordecedor. Entonces su hermano que estaba más al fondo trepó al borde de la boca y lo empujó, pero antes de que él mismo pudiera saltar y salvarse, las mandíbulas se cerraron sellando su destino para siempre.

Y otra vez aquíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora