El preámbulo de un encuentro

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Había sido otro día divertido para Edwyn, nuevamente Rosa, a escondidas de Orquídea lo había llevado a jugar al páramo y esta vez otros niños mantis se habían unido al juego. Era curioso el como había cambiado a ojos de ellos, cuando recién los conoció de inmediato lo vieron como una presa y no dudaron en cazarlo, pero esta vez Rosa lo presentó como la mascota de su tía, luego de las miradas incómodas y de una cierta indiferencia inicial, algunos tomaron interés en él.

Le propusieron algunos retos de habilidad y agilidad, tales como cazar algún trepasetas salvaje, o alcanzar algún hongo ubicado en un risco, para su sorpresa Edwyn se las arregló para cumplir con todos sus desafíos y se ganó algo de respeto, el suficiente para que se lo tomaran en serio y lo invitaran a jugar.

El gusano se acopló sorprendentemente bien a los juegos mantis, quizás no podía volar, pero su capacidad de salto y su ingenio lo compensaban, incluso en el juego de tirar a las mantis al agua había logrado derribar a un par de chicos que volaban distraidos, pasó a ser el elemento especial que le agregaba dificultad al juego.

Con todo eso, el que fuera un gusano dejó de ser importante, para ellos era solo otro niño que quería jugar. La pasaron tan bien que incluso lo invitaron a jugar otro día con ellos.

Edwyn estaba feliz y triste al mismo tiempo, alegre porque por primera vez había jugado con un grupo grande de niños en igualdad de condiciones y triste porque aquella era otra experiencia que nunca más podría repetir cuando regresara a casa, volverían las burlas de Aster y la indiferencia de Jazmín aunque... Con todas las habilidades que había obtenido quizás pudiera darles una sorpresa o dos, pensar en eso lo emocionaba.

Finalmente arrastrándose entre las sombras y cuidando de mantener el sigilo, ambos llegaron a casa.

—Bien, fue un día divertido —dijo Rosa.— Una lástima que nuestro encuentro a muerte fuera interrumpido por mis amigos, pero mañana podremos volver a repetirlo —Edwyn la miró con seriedad.

—Rosa... ¿Podrías ser honesta de una vez? Tú no quieres matarme realmente.

—¿Eh? ¿De dónde sacas esas ideas tan ridículas? Claro que quiero matarte, eres mi objetivo, mi reto, por eso te llevo al páramo, para estudiar tu comportamiento y tácticas.

—Tú nunca vas a poder matarme.

—¿Me estás retando? —Trató de sonar segura pero se notaba el nerviosismo.

—No pero... Supongamos que sí ¿Qué harías al respecto?

—¿Qué rayos te pasa? ¿Acaso quieres morir? Estás retando a una mantis, una de las criaturas más letales del mundo.

—Solo quiero zanjar este asunto antes de irme.

—Ir... Ir...¡¿IRTE?! Pe-pe ¡No puedes hacer esto! ¿Qué pasará con la tía Orquídea? Ella te quiere... Digo, eres su mascota, su propiedad, no te puedes ir.

Estaba en casa, debía cuidar sus palabras, su madre le daría una buena cachetada si siquiera insinuaba la idea de que su tía sentía aprecio por un miserable gusano.

—Nunca pertenecí a este lugar, debo irme y por eso quiero dejar las cosas claras, yo no soy una presa para ti, tú realmente no quieres matarme y eso es sólo una excusa para pasar tiempo conmigo.

—¡Eso no es verdad!

—Oh ¿En serio? Pues demuéstralo —Sacó sus garras e imitó la posición de combate mantis—. Yo me iré pronto y jamás me verás de nuevo, así que si en verdad quieres cazarme hazlo ahora.

—¡No! ¡Así no! No hay honor en cazar a un bicho que se entrega ¡La idea es que sea un reto!

Como respuesta Edwyn la atacó usando sus garras, por supuesto Rosa voló y lo esquivó fácilmente.

Y otra vez aquíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora