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07 - ESCAPAR

El frio que hace aquí afuera me hace querer entrar a la casa solo para tomar un cobertor de los que rebosan en mi armario y enrollarme en el por el resto del camino. Agradezco que Helena comprara abrigos para Cris y para mí, ayuda para que mis pulmones no se congelen con la temperatura.

Solo hemos caminado algunos metros desde la puerta y ya me he cansado. Mis manos están resguardadas dentro de los bolsillos de la gabardina beige, después de tanto tiempo me puse unas botas altas y unos vaqueros sueltos. En Fresno este tipo de ropa era lo que menos necesitaba, el calor de las tardes me hacía elegir ropa deportiva por su comodidad.

Mi hermano parece más cómodo dentro de su ropa, de la cintura para abajo usamos lo mismo, pero en su torso tiene puesta una sudadera negra y una chaqueta de mezclilla cubriéndolo, el gorro azul guarda su despeinado cabello negro, y claro que mi hermano mayor es la persona más vanidosa que puede existir. A su cuello lo rodea un collar en forma de cadena, ambas manos tienen anillos, uno de ellos tiene la forma de un dragón y es el único en su mano izquierda —con más exactitud, en su dedo anular—, ese fue un regalo mío y de mi padre. Lo tenía desde los dieciséis, cuando pasamos frente a una joyería y él quedo encantado con la pieza metálica, pero ya no tenia dinero, fue entonces cuando decidí convencer a Sebastián de dividir el pago entre ambos y decir que ese seria su regalo de navidad. Desde ese día se volvió algo indispensable dentro de sus atuendos.

Estoy comenzando a creer que Helena quiere matarnos de una hipotermia y así no tener que cuidarnos más tiempo. Porque, a quién se le ocurre la brillante idea de caminar medio kilometro hasta el instituto, teniendo un auto como medio de transporte estacionado frente a tu puerta.

Hoy después de desayunar la avena y tostadas nos pidió poner nuestros papeles de transferencia dentro de una carpeta, elegir lo que usaríamos para la entrevista con la idea de dar una buena impresión, ducharnos, arreglarnos y bajar a la estancia en el menor tiempo posible.

Mürren es pequeño, realmente pequeño. No podemos caminar por más de dos metros sin que alguien salude a Helena y nos dé una mirada de intriga. Y tal vez este sea el plan de mi madre, pasearnos por todo el pueblo para que cada habitante conozca a sus nuevos residentes.

La distancia aun es mucha cuando logro distinguir el instituto, no es muy grande y tiene dos pisos, a su derecha hay una cerca metálica que divide el terreno de la carretera. Por encima de las puertas de entrada su nombre se extiende en letras de color blanco y hasta un poco brillante en contraste con los muros de ladrillo.

INSTITUTO EDUCATIVO DE MÜRREN

Nos detenemos a unos cuantos metros por detrás de Helena, observando. Una mujer esta al otro lado de la acera, usa una falda y saco sobre la camisa blanca. Lo único en lo que puedo pensar mientras nos da una sonrisa de bienvenida es en cómo puede usar una falda con trece grados de temperatura, ¿acaso perdió la sensibilidad en las piernas?

—Podría ser peor —dice mi hermano, sacándome de mis dudas sobre si las personas de aquí son inmunes al frio.

—Siempre puede ser peor.

—¿Ya pensaste en cómo será tu alter ego?

Su pregunta me descoloca, sin darme cuenta frunzo el señor y aprieto un poco los dientes. Estoy consciente del motivo de su pregunta, y es que hay pocas personas que me conozcan tanto como Cristian, por no decir que en realidad es el único.

—¿Crees que cambie mucho? —digo mientras veo a Helena darle las carpetas a le mujer con el saco.

Él suelta una pequeña risa a manera de burla, para luego voltearse hacia mí y mirarme con detenimiento.

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