01 - TULIPANES
El golpe al respaldo de mi asiento esta comenzando a fastidiarme, pero Cristian esta demasiado alejado de mi alcance como para poder darle un puñetazo al hombro. Cierro los ojos con fuerza intentando ser paciente y parecer madura en vez de arrancarle el pie para que deje de joder.
—Mas vale dejes de golpear el asiento si no quieres lavar el auto durante el resto del año —sentencia mi padre alternando la vista entre el camino y el retrovisor.
Automáticamente las patadas mi hermano desaparecen y me giro para darle una sonrisa de triunfo. Las gotas de lluvia que caen en mi mejilla me hacen cerrar la ventana, reviso dentro de mi mochila asegurándome de haber guardado la sudadera negra, sonrió al verla y recordar el día en que me la regalaron.
El trafico en las mañanas hace que mi ansiedad incremente, el sentido de esto es que mi padre comienza a soltar quejas y mi hermano trata de hablar con él sobre cualquier otra cosa, y yo no soporto escucharlos por tanto tiempo, la mayoría de sus conversaciones terminan en que escudería es mejor si Mercedes Benz o Red Bull.
Subí el volumen a la radio y me centré en ver como los tonos del cielo cambiaban, los amaneceres eran la mejor parte del día y probablemente una de las mejores vistas que el ser humano podrá conocer.
—Farah, ¿terminaste tu ensayo? —me pregunta mi padre.
—Algo así —admito recargándome sobre mi hombro izquierdo—, la conclusión no fue la mejor, pero es lo único que no es tan bueno como el resto.
—Ser tan perfeccionista no te llevara a otro lugar que no sea una crisis nerviosa —habla mi hermano asomando la cara entre los asientos.
Mi palma se pega a su frente y lo empujo con fuerza para que vulva a los asientos traseros y se quede callado el resto del camino.
Las bruscas vueltas de la carretera son algo a lo que ya me acostumbré, nuestras mañanas son caóticas, y solo somos tres personas en la casa. Al final de la calle veo el instituto, reviso la hora en el reloj de mi muñeca, es un nuevo récord.
Le doy un beso de despedida a mi padre antes de bajar del auto y él me sonríe, últimamente es más cariñoso de lo habitual, tanto conmigo como con Cristian. Es algo que siempre agradeceré.
Camino junto a mi hermano atravesando las puertas de cristal, llegando al pasillo principal los estudiantes caminan de un lado a otro sin control, nos abrimos paso entre la multitud, tratando de encontrar un poco de espacio.
Nuestros casilleros están separados por otros dos, saco algunos libros de mi mochila para hacerla más ligera. Unas familiares manos rodean mi cintura y me abraza.
—Buenos días —susurra contra mi oído.
Doy la vuelta y me detengo un segundo para ver con atención el gesto de Cristian, esta poniendo los ojos en blanco mientras suelta un exagerado suspiro, cierra con fuerza el casillero, me da una sonrisa cansada, le da una mala mirada mi novio y se marcha.
Me encantaría que tratara al menos de hablar con Easton, pero desde que lo conoce no hace mas que juzgarlo, y no tienen sentido sus comentarios. No es un mal chico, de hecho, es demasiado bueno para ser cierto, es buen estudiante, amable, cariñoso y la persona más paciente que he conocido en toda mi vida.
Mi padre dice que son los clásicos celos de hermano mayor, que a mi parecer son demasiado irracionales.
—No soy su persona favorita.
—Ni un poco.
Nuestra primera clase del día es libre, al parecer la profesora de literatura se rompió el tobillo ayer por la noche mientras bajaba por unas escaleras.

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Desde Cero
Novela JuvenilEN PAUSA Estabilidad, es la cuerda por la que he caminado difícilmente desde el comienzo, y hasta hace poco podría jurar que todo a mi alrededor me brindaba seguridad. Perdí todo lo que alguna vez pude tener, y esa cuerda por la que caminaba fue cor...