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04 - DESPEDIDA

El estado de una persona enferma está en constante cambio, hubo días en los que mi padre no tuvo fuerza para levantarse de la cama y en otros parecía tener más vitalidad que yo.

Dos días después de la llegada de Helena y arto por nuestras discusiones, nos obligó —fue un chantaje emocional si hablamos en los términos correctos— a prometerle intentar llevarnos bien con ella, al menos el tiempo que estuviéramos juntos.

Fue difícil tener que integrarla a nuestra vida, acostumbrarnos a que debíamos invitarla cada vez que íbamos a cenar, porque nuestro concepto de familia no la incluía.

Tuvimos días que preferimos no separarnos, teníamos miedo a regresar a casa y recibir la noticia de su muerte durante nuestra ausencia.

Easton, Kate y Leah estuvieron más cerca que de costumbre, se turnaban para ir al departamento y ayudar en lo que pudieran. Mientras que Cris les pidió a sus amigos que se mantuvieran al margen.

Mi cámara dejo de capturar el cielo y comenzó a grabar cada que lo veía reír. Quería poder tener fotografías de él en sus buenos momentos para tener el recuerdo de su alegría.

De alguna forma nos terminamos mudándonos a la habitación de mi hermano, los tres dormíamos juntos, lo escuchábamos hablar de cuando éramos pequeños y necesitaba mantener a Cristian quieto antes de que comenzara a tirar todo lo que alcanzara.

Con el paso de los días comenzó a empeorar, y ahora sí daba la impresión de estar enfermo, no podía comer nada sin que terminara vomitando, su cuerpo estaba débil, el color de su piel ya no tenía el mismo tono, todo el tiempo estaba pálido y a punto de desmayarse.

El doctor Austin nos visitaba de vez en cuando, pero sus consultas siempre eran a puerta cerrada, no dejaba que Cristian o yo estuviéramos cerca de la habitación cuando ellos hablaban. Fue considerado de su parte, porque nosotros estábamos intentando ser masoquistas al escuchar cosas que luego podíamos desear no haber oído.

Helena nos habló de su vida en Mürren, y según sus palabras era un pueblo pequeño y pintoresco entre las montañas. También nos contó que todo este tiempo siempre estuvo ahí, y que se enteraba de nuestras vidas por internet, Instagram era su mejor lugar para ver cuanto habíamos crecido.

Esa noche después de que Cristian le gritara en la cara, termine buscando la ciudad en internet, en verdad era pequeña, pero admito que en otras circunstancias me hubiera encantado pasar navidad ahí, las fotografías en invierno eran preciosas, los caminos llenos de nieve y las luces iluminando algunas partes de las frías montañas, era como ver la postal perfecta.

Un día después el abogado vino a casa para que mis padres firmaran los papeles necesarios de la patria potestad, desde ese segundo estuvimos bajo la responsabilidad de la mujer que nos abandonó, que ironía.

El viernes por la mañana mi padre despertó con su mejor versión de todo este tiempo, mi madre dijo que iría a asegurare de nuestros pasaportes, y decidimos tener una salida sin ella, aprovechar la condición con la que Sebastián despertó y disfrutarlo.

No pudimos tomar una mejor decisión, desayunamos en su lugar favorito, caminamos por el parque, visitamos una exposición de arte, tomé fotografías de todo lo lindo que me encontré en el camino, y estuve a punto de llorar cuando vi a una pequeña correr a los brazos de su padre. Para cuando el sol estaba por ocultarse una petición diferente nos tomó por sorpresa, quería vernos correr en la pista. No se lo negamos.

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