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02 - ESTACIONAMIENTO

Mi cabeza tiene la sensación de que explotara en cualquier momento, mi pecho duele y las lágrimas no dejan de brotar. Tengo la idea de hundir la cara en mi almohada hasta quedarme dormida, pero no puedo.

Las luces de la ciudad y los autos por la carretera es la única iluminación que tengo, no tengo idea de hora es, pero de alguna forma sé que pasa la media noche.

Me encerré en mi habitación a unos segundos después de ver su nombre porque no la conozco, en verdad, y hoy recibimos unas cuantas palabras de su parte después de diecisiete años, no es justo.

Ella nos dejó un mes después de que yo naciera. Sin motivo, sin despedidas, solo se esfumo.

Mi padre fue quien se encargó de nosotros, aun teniendo el alma destrozada, ella fue el amor de su vida —o es lo que siempre nos a dicho—. Fue difícil crecer pensando que no fuiste suficiente para ella, creyendo que tu existencia le dio un motivo para marcharse.

No tengo idea de cómo sea, Cristian quemo todas sus fotografías cuando tenía siete, estaba molesto por ver como los demás niños tenían a sus madres y él no, así que se deshizo de todo lo que pudiera recordársela.

Y mi memoria solo recuerda con certeza a partir de mis seis años, antes todo parece ser una mezcla de recuerdos borrosos con lo que me hubiera gustado que fuera.

Por lo que tener que saber sobre ella me provoca una crisis nerviosa.

Me gustaría tener a Sandy a mi lado lamiéndome la cara, tal vez eso me haría sentir un poco mejor, pero Carolina vino a recogerla hace como una hora. Ella tenía ganas de pasar y tomar un café con mi padre, pero él le pidió que se marchara porque no era un buen momento.

Supongo que no siempre obtienes lo que quieres, porque en realidad nadie tiene por completo el control de su vida.

Unos golpes a mi puerta hacen que me siente y limpie mi cara, sé que detrás de la puerta se encuentra un hombre preocupado con intenciones de tener una charla motivacional que no podrá dar por falta de palabras y expresión.

—Adelante —mi voz no tiene la fuerza suficiente.

Mi padre entra con cautela, tiene dos tasas en una mano, y al estar frente a mi cama me extiende una de ellas. Nos preparó café.

—¿Cómo estás?

—Podría decirte que bien, pero ambos sabemos que sería una mentira —le doy un sorbo a mi café y su calor me hace sentir un poco mejor.

Él toma asiento en el final de mi cama dándome su perfil derecho, la luz que se cuela por las cortinas hacen que no pueda distinguir sus gestos, todos parecen tener la misma forma, impaciencia.

—¿Consideras que no fue la mejor forma de contactarte? —su pregunta se sintió extraña, como si él no fuera quien me lo preguntara, fue como el tipo de preguntas de una encuesta.

—Creo que no había forma correcta de volver, porque no debió volver.

Lo vi asentir unas cuantas veces, me siento un poco egoísta por haberme cerrado a la idea de hablar con él y Cris, yo no soy la única que se enteró de su regreso.

—¿Ya hablaste con Cristian?

—No, ahora está muy molesto y si voy a hablarle es más probable que me grite todo lo que siente a la cara como si todo fuera mi culpa, y termine sintiéndose peor que antes.

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