Capitulo 9

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Javier se encontraba frente a la entrada del bosque Lumino. Había tomado una lámpara de la casa y esta era su única ayuda para adentrarse a la oscuridad del bosque. Su paso fue ligero hasta llegar al inicio de la cueva. Gritaba los nombres de sus amigos y profesores pero todo era en vano. Su voz era como el aleteo de una mariposa en la inmensidad del bosque. Entró unos cuantos metros a la cueva y seguía repitiendo el llamado sin parar con la esperanza de ser escuchado. Con miedo de sufrir las consecuencias del mineral purpuria pero dispuesto a advertir a sus amigos, corrió en dirección a donde sabía que los podría encontrar. Su visión se empezó a debilitar a tal grado que chocó contra el reflector que usaban para iluminar adecuadamente el camino en la cueva. Isaías, Emilia, Víctor, Isabel, Claudio y Lorenzo detuvieron sus labores cuando escucharon el fuerte ruido.

Se acercaron a ver qué había pasado y notaron que era Javier el que estaba tirado y se encontraba sin traje ni casco. Isaías y Víctor unieron fuerzas para sacarlo cargado, pues el mineral en el ambiente lo tenía completamente mareado. Todos los demás también salieron, no pensaban en seguir con las labores, necesitaban respuestas ante tal repentina aparición.

Salieron del bosque y con la claridad del día, observaron que toda la piel visible la tenía irritada. Javier pidió que se detuvieran. Debían de escapar de inmediato antes que fuera demasiado tarde.

—¡Tenemos que llevarte a la casa para curar tus heridas! —Interrumpió Víctor.

—¡NO! —Replicó Javier —Todo esto de la investigación científica es una completa farsa, nos engañaron para hacer el trabajo sucio. Están dispuestos a experimentar con nosotros.

Todos los presentes se quedaron fríos de escuchar las declaraciones.

—¿Por eso es que Deborah no ha regresado? —preguntó Víctor, con la voz quebrada.

—Deborah está muerta, su cuerpo se doblegó ante los experimentos y no solo ella. Greta también murió hoy. Julián y yo solo habíamos recibido una dosis antes de poder escapar. Pero estoy más que seguro que ese era nuestro destino y el de ustedes si siguen en esta isla.

Mientras tanto en la central, Rodrigo y Cecilia ya se encontraban en el cuarto nivel. Trataban de pasar desapercibidos hasta que se encontraron con dos guardias. Uno de ellos era el que lo estaba buscando.

—¿Qué has estado haciendo toda la mañana? —preguntó el guardia mientras le interrumpía el paso junto con su compañero.

—Ayudando a doña Cecilia con algunas cosas que me pidió que le llevará al invernadero.

—Y ¿Qué es lo que hacen aquí? Cecilia solo baja para comer.

—¿Acaso está prohibido que salga del invernadero? —Exclamó Cecilia.

—Solo sigo órdenes señora y me parece sospechoso ver a ambos por acá.

El guardia le ordenó a su compañero que los retuviera en la habitación más cercana mientras él iba a revisar el invernadero. Quería asegurarse de que todo estuviera en orden. Rodrigo y Cecilia fueron encerrados bajo llave, obteniendo así su primer obstáculo en el plan. Rodrigo no quería activar su micrófono para avisarles a los otros dos, tenía que buscar la manera de salir de la habitación.

El ingenuo guardia llegó hasta el invernadero y como es costumbre, al abrir la puerta para entrar, encendió la luz ocasionando que el ambiente lleno de gas butano tuviera su reacción inflamable.

La explosión fue tan fuerte que sacudió por completo el edificio. Alertando a todos los que se encontraban adentro. La reunión en la que Alexander se encontraba término abruptamente, pues por unos segundos la energía eléctrica desapareció. Furioso y desconcertado por lo que acababa de ocurrir, Alexander salió de la sala donde se encontraba y observó el caos que todos los trabajadores tenían. Unos a otros corrían mientras se advertían que el quinto nivel estaba ardiendo en llamas y que debían evacuar el lugar antes que el fuego se propagara por los demás niveles.

LA CURADonde viven las historias. Descúbrelo ahora