Una nueva incorporación

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Disclaimer: Esta historia no me pertenece. Los personajes son de Rumiko Takahashi y la historia es de TouchofPixieDust, yo sólo la traduzco.

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Día uno:

Mi familia ha sido bendecida hoy con una nueva incorporación. Su nombre es Mikomi. Mi familia y yo tardamos bastante en ponerle un nombre al nuevo bebé.

Eso sí que es quedarse corto. Kagome soltó su bolígrafo y se rascó la cabeza, que ya le dolía. Ponerle nombre al bebé prácticamente había desatado una guerra en el pequeño grupo. Demonios, el solo hecho de determinar el sexo había sido una batalla.

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—¡Higurashi!

Kagome se levantó y caminó hasta la parte delantera de la clase. La profesora tachó su nombre de una lista y le tendió un objeto envuelto en una manta de color violeta claro. Kagome cogió el objeto y lo miró con una sonrisa. ¡Era tan lindo! También era un poco pesado. Pesaría unos cinco kilos. Cinco kilos no parecían muchos, pero para algo tan pequeño era bastante.

Después de todo aquel tiempo temiendo el proyecto, ahora que sostenía la cosita en sus brazos estaba empezando tener ganas de hacerlo. Se preguntaba cómo reaccionarían sus amigos de la época feudal.

El resto de la hora de clase fue un martirio. Afortunadamente, era la última clase del día. Cuando sonó el último timbre, Kagome cogió al bebé sin sexo y se marchó del colegio. Parecía sorprendentemente real e incluso la piel tenía el tacto de la de un bebé auténtico. Visto desde lejos, parecía muy real. Miró a sus otros compañeros. La mayoría también tenía bebés en brazos. Algunos tenían mantas azules, otros rosas, otros amarillas y las de otros eran blancas con patitos o veleros dibujados.

Muchos de los estudiantes llevaban a los bebés de forma parecida a como lo hacía Kagome, como si fueran infantes. Otros les habían hecho portabebés improvisados. También había unos pocos que no parecían muy preocupados por sus notas y habían metido a sus bebés en la mochila.

A la colegiala le había más que sorprendido encontrar a Inuyasha esperándola junto a un árbol a la salida del recinto con una gorra azul en la cabeza. Aunque sus miradas asesinas habían espantado a sus amigos, no pudo hacer otra cosa que reír.

—¡Hola, Inuyasha!

—Keh.

Kagome sonrió.

—¿Has venido para acompañarnos a casa?

—Keh.

Le había alegrado el verle tratando de no mostrar curiosidad por el bulto que llevaba en brazos. Pero él no engañaba a nadie, bueno, por lo menos no a Kagome. Finalmente, se detuvo en medio de la acera y se volvió hacia el demonio perro.

—¿Te gustaría verlo?

—Keh —resopló—. Como si me importara. —Pero le echó una ojeada al bebé de todas formas, aunque era reacio a tocar la manta o al bebé de plástico. Había algo en su curiosidad (y... ¿era aquello miedo...?) por el bebé que había cautivado el corazón de Kagome.

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Inuyasha estornudó.

Odiaba todos los olores de aquel tiempo. Había tantos olores fuertes que era difícil diferenciar los importantes, y el que estaba buscando ahora mismo era débil y corría el riesgo de desaparecer. Cerró los ojos y pasó a través de los olores hasta que encontró el que estaba buscando.

Saltó rápidamente al segundo piso y echó una ojeada al interior a través de la ventana de la clase de Kagome. Tuvo cuidado de no ser visto. La última vez que Kagome lo había visto espiándola a través de la ventana lo había sentado. Había un largo camino hasta abajo y golpearse contra el cemento era más doloroso que golpearse contra tierra compacta. No tenía ganas de probarlo otra vez.

El bebé de KagomeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora