Bebés electrónicos

2.3K 159 14
                                    

Disclaimer: Esta historia no me pertenece. Los personajes son de Rumiko Takahashi y la historia es de TouchofPixieDust, yo sólo la traduzco.

-x-

—¡SIÉNTATE!

Inuyasha cayó al suelo antes de que pudiera alcanzar al monje. Miroku dio gracias al rosario y a la orden al mismo tiempo que Inuyasha lo maldecía.

Kagome se puso delante de Inuyasha con las manos en las caderas, ignorando sus maldiciones, gruñidos y arañazos en el suelo, pues seguía intentando poner las garras sobre su amigo. Ella intentó mantener su propio temperamento bajo control mientras suspiraba pesadamente. Probó contando hasta diez, intentando pensar en cosas bonitas, dibujando mentalmente una caja vacía; pero ninguna de las técnicas de relajación que sabía estaba funcionando. Así que gritó:

—¿QUÉ PASA CONTIGO?

Los ojos que puso sobre ella estaban llenos de angustia. Los sentimientos que vio allí eran tan crudos que Kagome tuvo que dar un paso atrás. ¿Por qué me está mirando como si le hubiese traicionado? Algo se retorció en el fondo de su estómago. Quería disculparse, hacer lo que hiciera falta para quitar aquella mirada de sus ojos. Le hacía doler el corazón sostenerle la mirada, así que miró para otro lado.

—¿No le vas a responder al monje, niña? —El veneno llenaba su voz mientras luchaba contra el hechizo.

—¿Eh?

—¿Quién. Es. El. Padre? —le gruñó.

El ataque de risa de Sango resonó en todo el bosque. Estaba riéndose con tanta fuerza que se cayó del tocón en el que estaba sentada, agarrándose los costados. Finalmente se volvió a sentar con las lágrimas rodando por sus mejillas. Cada vez que parecía que iba a acabar, empezaba a reír otra vez. Le estaba molestando mucho a Inuyasha.

El hechizo se desvaneció, pero el hanyou se quedó donde estaba. Se debatía entre dejarlos a todos para siempre y llevarse a Kagome, dar caza al hombre que la había dejado embarazada, matarlo... no, torturarlo primero LUEGO matarlo y...

—Oh, por el amor de... ¿qué demonios pasa contigo, Sango? —Su risa loca era un serio impedimento para su torrente de pensamientos asesinos.

—¿Cuánto habéis oído de nuestra conversación, idiotas? —preguntó mientras trataba de tomar aire, le había entrado el hipo.

Inuyasha miró a Kagome, luego a Miroku. Finalmente volvió a mirar a Sango, que estaba empezando a soltar nuevas risitas nerviosas. Era muy, muy extraño ver a la exterminadora de demonios riéndose así. Desconcertante, en realidad.

—Te oímos decir que Kagome iba a tener un bebé —respondió Shippo, que había aparecido de repente en el hombro de la miko.

Sango resopló y volvió a empezar a reírse, esta vez Kagome se unió a ella. El sonido retumbó a través del bosque.

Los chicos las miraron como si estuvieran locas. Shippo se bajó del hombro de Kagome y fue a sentarse en la rodilla de Inuyasha, ahora que ya no era un demonio sediento de sangre.

—Creo que nos hemos perdido algo.

—Oh, ¿eso crees, monje?

Kagome suspiró mientras su risa remitía y miraba a los chicos que tenía delante, esperando una explicación. Les dirigió una sonrisa.

—Le estaba hablando a Sango de un proyecto que tengo que hacer para la clase de salud. Es una clase sobre paternidad.

—¿Hay clases sobre cómo ser padres?

El bebé de KagomeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora