Choque cultural

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Disclaimer: Esta historia no me pertenece. Los personajes son de Rumiko Takahashi y la historia es de TouchofPixieDust, yo sólo la traduzco.

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Día veintiuno:

He decidido que debería llevar a Mikomi de paseo para que se culturice un poco. Después de todo, todos los niños deberían estar en contacto con el arte. Amplía sus horizontes y les ayuda a estimular su creatividad y sus habilidades de pensamiento cognitivo. Eso, y que es una parte del trabajo.

Por muy divertido que sea tener a gente negando tristemente con la cabeza y susurrando sobre que soy muy pequeña para tener un bebé, lo más divertido ha sido visitar lugares a los que no suelo pensar en ir. Había olvidado lo divertidos que podían ser los museos de arte, especialmente cuando llevas a alguien que nunca ha estado en uno.

Kagome se rio disimuladamente mientras el sonrojado demonio perro le daba la espalda, murmurando algo sobre pervertidos que no entendió del todo.

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Aunque estaba sentada en el borde de la acera después de que unos furiosos guardias de seguridad la hubieran echado del zoo, Kagome estaba de muy buen humor. Aún estaba en el séptimo cielo después de la corta reunión con la miko no muerta de días atrás. No podía quitarse aquella sonrisa boba de la boca cuando pensaba en lo reacio que había estado Inuyasha en cuanto a ir a visitar a la miko y el hecho de que hubiera hecho la visita lo más corta posible. ¡Por no mencionar que la expresión de la cara de la miko había sido totalmente inestimable! A lo mejor... a lo mejor él... me...

—Eh, ¿por qué sonríes? ¡Esos idiotas nos han sacado a patadas!

Kagome miró al adorablemente enfadado hanyou y trató desesperadamente de no sonreír.

—Bueno, tú no deberías haberte burlado de aquella manera de los lobos. Especialmente cuando el cuidador del zoo te avisó de que no lo hicieras. Dos veces.

—Lobos estúpidos y piojosos —refunfuñó—. Menos mal que estaban en una apestosa jaula... les está bien... flacuchos... —Se detuvo y miró a Kagome con curiosidad antes de acuclillarse y darle un empujoncito en el hombro para llamar su atención—. ¿Por qué no estás enfadada?

—Supongo que estoy de buen humor. —Le sonrió—. Estoy segura de que, si me esfuerzo, puedo enfadarme un poco, si eso te hace sentir mejor.

—Feh.

—Además —dijo mientras se levantaba, estirando los brazos sobre la cabeza—. Ya hemos pasado bastante tiempo ahí. Tenemos fotos, entradas, folletos y demás. También he tomado notas, así que ya era hora de irnos, de todos modos.

Inuyasha suspiró con cansancio mientras le daba la vuelta a Kagome para comprobar las correas que sujetaban a Mikomi. Estaban lo suficientemente ajustadas, así que le dio la vuelta para que quedaran cara a cara.

—¿Vamos a otro sitio o no?

—Vamos a casa. Tenemos que cambiarnos antes de ir al museo.

—¿Por qué? ¿Qué tiene de malo la ropa que tenemos puesta?

Kagome miró los vaqueros que su hermano y su abuelo le habían obligado a ponerse a Inuyasha y una de sus camisetas rojas unisex que se ajustaba bastante cómodamente a su torso. Con la gorra roja de béisbol cubriendo sus orejas, casi parecía un chico normal. Un magnífico chico normal de pelo plateado, ojos dorados, uñas afiladas, colmillos... bueno, lo suficientemente normal.

—Nada —dijo en lo que esperó que fuera una voz normal y rezando para que no hubiese notado que se le había quedado mirando—. Pero estamos sacando fotos y preferiría que mi profesora no creyera que hicimos todo este recorrido cultural en un día, ¿sabes?

El bebé de KagomeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora