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La trancisión entre lo sano y lo venenoso, es darte cuenta de que por más que duela la espina enterrada en tu piel, seguirás encajandola hasta que no pueda salir.

Lo tóxico.

Lo prohibido.

Lo malo.

Supe que no tenía alguna otra opción desde el momento en que la suavidad de las sábanas era diferente, el olor a modernidad entrando en mi cavidad nasal, el calor proveniente de otro cuerpo ajeno al mío.

Esto, esto era diferente.

Louis y yo no habíamos follado cuando ya estábamos haciendo maldita cucharita, siempre había un límite marcado en una relación, pero nosotros no teníamos un nombre, no teníamos una calificación. Sólo éramos él y yo sobrepasando los límites aceptables de una pequeña aventura.

Una aventura que comienza a cobrarme las consecuencias.

Es horrible, porque ahora que decidí darme la vuelta en la cama para quedar frente a él, puedo detallar desde este ángulo las pocas pecas repartidas en su cara de manera egoísta, sus labios delicadamente delgados, fáciles de romper con una mordida. Me gustan sus pestañas, largas pero terriblemente rectas haciéndolo parecer cómo si no tuviera ningún pelito desde otras perspectivas, todo en él es tan calmo y consistente.

Excepto él.

"¿Es un hábito tuyo mirar a las personas mientras duermen?" Murmuró abriendo los ojos por primera vez en el día, supe que estaba en contacto con el mismo cielo cuando distinguí el azul en su iris.

"No es un hábito, no soy un raro." Yo bufé sacando la lengua.

"Eres un raro, y también criminal."

"¿Criminal?"

"Meterse en peleas es un acto delictivo, debería entregarte a la policía."

"Te recuerdo que tú mismo me fuiste a buscar ayer-...Hoy, a la cárcel." Sentí sus dedos enredarse en mi cabello de repente, él estaba sonriente, no era una sonrisa floja o fingida, era una típica sonrisa veraniega adorable.

Oh dios, estoy tan enamorado de él.

"Criminal y altanero, de paso raro." Besó mi frente con ternura y procedió a levantarse de la cama.

Louis estaba siendo demasiado doméstico, no puedo decir que no estaba aterrado hasta los huesos por aquella acción, él era cómo una bomba a punto de explotar sólo que yo no tenía ni idea cuando lo haría. Es imposible no dejarme llevar en toda su extensión por su magnífica forma de hablar por las mañanas.

Estábamos en el limbo, pisando cada piedra con la esperanza de no caer hasta el vacío.

Tampoco estábamos siendo cuidadosos.

"¿Qué hora es?" Habló sentándose en la cama "¿Te despertó mi alarma?"

"Tienes un tono de alarma bastante fastidioso, así cómo tú. Y además duermes cómo un maldito elefante."

"Tengo el sueño pesado, ¿Tienes hambre? Tengo tiempo para prepararte algo." Ofreció mientras caminaba por la habitación para abrir las cortinas, Louis en las mañanas era la definición de una bastarda elegancia, desfilando por la habitación en pasos cortos bien distribuidos.

¿Será momento de preguntar?

"Son las seis, nos quedan dos horas para estar en el colegio." Veo mi celular, mordiéndome el labio por inercia.

"No te hagas eso." Deslizó su mano entre mi labio para obligarme a soltarlo "Te haces daño muchachito rebelde."

"No quiero ir al colegio." Me lanzé a la cama en protesta.

𝑃𝑎𝑟𝑎𝑚𝑜𝑢𝑟Donde viven las historias. Descúbrelo ahora