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No pienses en nada ni en nadie
Yo estoy aqui
Piensa solo en mí
Piensa solo en nosotros

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¿Cuántas lunas habían pasado desde la última plaga que envio Dios? ¿Acaso ya se había olvidado de ellos? ¿Una vez más serían olvidados? ¿Es que acaso su esclavitud seguiria? No, no podia ser eso, Moisés, Moisés tenia que dar una explicación. Una gran mayoria de hebreos comenzaron a reunirse teniendo en mente todas estas preguntas que se fueron formulando con el paso de los dias en donde no ocurria nada. Todo indicaba que su liberación nunca se daría. Comenzaron a planear como enfrentar a Moisés y sacarle todo lo que pudieran. Si creía ese ex egipcio que se podría burlar de ellos, pues estaba muy equivocado.

Un gran grupo de gente llegó hasta las afueras de la casa de Jocabed, estos eran liderados por nadie más que Coré. Todos los que lo seguían estaban dispuestos a hacer algo más que solo charlar pacíficamente. Coré de forma brusca comenzó a tocar la puerta de madera y con fuerte voz demando por la presencia de Moisés. —Sal de ahí primito y da la cara a los que te atreves a llamar tu gente.

Jocabed y Miriam que en ese momento estaban preparando algo para comer se asustaron al oír todo ese escandalo y corrieron rapido a llamar a Moisés que por lo visto se habia quedado dormido mientras escribia algunas cosas en sus tablas. —Hermano, Moisés —La joven habló fuerte moviendo con ligereza el cuerpo de su hermano. —Vamos despierta, deja de dormir que tenemos problemas —continuó con un tono mas fuerte y demandante.
Él no tardo en despertar, exaltado y confundido. —¿Qué es lo que sucede? ¿Por qué tanto alboroto?  —pregunto apenas pudo despejar bien su sueño.

Desde afuera Coré seguia golpeando la puerta. —¡Moisés! —Llamó una vez más.  —¡Si no sales, nosotros entraremos!

Antes de que ambas mujeres pudieran responder, escucharon los gritos y con eso las preguntas del hebreo quedaron respondidas. Sin esperar ni un minuto tomo el cayado en sus manos y salio a enfrentar a toda ese gente que estaba fuera de su casa. —No salgan, yo lo resolvere todo. —les dijo volteando a verlas antes de abrir la puerta  —no os preocupeis. —Finalizó y salió cerrando tras él.

El gentio afuera se calmo al ver que el ex príncipe se digno a verlos. Todos guardaron silencio y esperaron a que su representante hablara primero o en todo caso Moisés tomara primero la palabra. Sucediendo esto último, Moisés hablo  —¿Qué es lo que los trae hasta aqui? —Su voz era seria y firme —¿Qué tienen en mi contra para que vengan de esta manera a exigir mi presencia y querer irrumpir en mi hogar?

Coré sin esperar contestó con una sonrisa arrogante y superior —Preguntas, ¿Qué es lo que tenemos contra ti? —se burló. —lo que tenemos contra ti, es que eres un simple charlatan. Dijiste que seriamos libres y dejame preguntarte, ¿Dónde estamos ahora Moisés? —Coré avanzó unos pasos queriendo intimidar a su primo —¿Acaso ya se te acabaron tus poderes de hechicero? porque eso es lo único que se puede pensar de ti y la situación actual —Coré prosiguió sin dejar que Moisés respondiera a sus preguntas. —Volviste aqui solo para hacernos sufrir más, en vez de disminuir nuestro trabajo solo a aumentado. Todas esa plagas son solo un plan para castigarnos, ¿no es así? vamos "Primito querido", confiesa y dejate de tanta farza —Finalizó Coré y sin poder evitarlo sus ojos se fijaron en el cayado que traia su primo entre sus manos. Su sonrisa se ensancho, parecia que había encontrado aquello que le haría poder conseguir una nueva casa y, ¿por qué no? tal vez algún favor del rey.

Tantas acusaciones estaban poniendo a Moisés enojado y a la vez triste. Lo que lo enojaba es que se atrevieran a pensar todo eso de él, pero eso también lo ponia triste porque no los podia culpar, sus acciones hasta ahora solo estaban creando que la gente se desanimara, y mucho más que eso, era verdad que con la últimas dos plagas el trabajo de sus hermanos hebreos solo fue en aumento y al no haber ninguna otra plaga, lo único que quedaba era reconstruir la ciudad destruida y regalar su pan a los egipcios necesitados. A pesar de esto no se dejó sucumbir por sus sentimientos, tenía que aplacar la ira de esta gente y darles nueva esperanza para que no dejarán de creen en su liberación. El destino que Dios había trazado para ellos era ser un pueblo libre y su deber era hacer cumplir tal destino sin importar que.

Solo debes ser leal a mi Donde viven las historias. Descúbrelo ahora