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Solo cenizas quedan de ti
¿Dónde está tu belleza?
¿Dónde está tu poder?
Los enemigos
de los que te querías vengar
Viven
¿Pero tú? ¿Dónde estás ahora?
Ciertamente jugar con fuego quema
Y ahora solo quedan tus cenizas
 


 

— Realmente ¿qué esperabas?, tus maldades no podían quedarse sin castigo, mujer —Paser le dijo, en sus labios se formaba una pequeña sonrisa.

—!Cierra la boca! —gritó furiosa —Es mejor que te calles si no quieres morir, sabes muy bien de lo que soy capaz.

—Realmente lo sé, pero no harás nada. Tus días gloriosos han acabado, ahora todos los ojos están puestos en ti —La satisfacción se podía apreciar en los ojos del sacerdote. Tantos años de chantajes, engaños y mentiras. Pero ya no más, la serpiente hecha mujer pagaría cada cosa que había hecho en su miserable vida. Él nunca más tendría que cerrar la boca y obedecer como si fuera un perro.

—Los dioses siempre han estado de mi lado, no deberías de subestimar mi inteligencia y astucia —Mordiendo el anzuelo como un pez hambriento, la mujer siguió hablando, cavando su propia tumba sin siquiera darse cuenta —. Al final yo fui la que mató a Maya, ¿y sabes qué es aún mejor que eso? Yo fui la que mató al rey Seti.

El sacerdote quedo estupefacto. Saber que el difunto rey no había muerto de una manera natural como fue diagnosticado, él sabia que su muerte ocurrió de una manera muy sospechosa, y que aquellos papiros fuera de su lugar era una prueba que apuntaban a esa mujer, pero una cosa era tener sospechas y otra saberlo. El rostro del sacerdote se puso pálido, la sangre se le helo y por unos instantes pareció que su corazón se detuvo. La satisfacción se pinto en las facciones de la mujer, tan feliz de haber causado miedo en su antiguo esposo. Y con una gran sonrisa llena de maldad prosiguió con sus palabras.
 
 
—¿Qué pasa? ¿Estas sorprendido ¿Acaso tienes miedo? —se burló.

—Eres la peor persona que he conocido: malvada, mentirosa y sin corazón.

—Me halagas con tan bonitas palabras —soltó con cinismo, riéndose, caminando en círculos como un depredador jugando con su presa. —Ahora que sabes esto espero que cuides más tu boca. Si me libre del antiguo soberano de Egipto, puedo librarme de quien yo quiera. De ti, de Ramsés, o de cualquiera que se ponga en mi camino.

—!Vete de aquí! —ordenó —Si no lo haces llamaré a los guardias para que lo hagan.

Yunet se alejó con porte triunfante. Podría haber sido expulsada del palacio; pero jamás acabarían con ella. Lástima que solo ella lo pensará, tan convencida y confiada de si misma que incluso no se dio cuenta de la silueta que se movió a través de las columnas. 
 

   

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Solo debes ser leal a mi Donde viven las historias. Descúbrelo ahora