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Ejecutando el... ¿gran plan?

—Moisés, tu barba —La princesa estaba realmente sorprendida, con sus dedos acarició donde antes estaba la espesa barba, sintiendo solo suavidad al tocar la piel. —Me has sorpendido hijo mio, no creí verte sin barba de nuevo —sin decir más, repartió varios besos en ambas mejillas de su hijo, finalizando con un beso en su frente.

—Mamá yo creo... —un abrazo de Henutmire interrumpio cualquier reclamó por parte de Moisés. —No me puedes negar mi derecho a llenarte de mimos, estarás ya grande, pero aún eres mi hijo. —Le dijo con una pequeña sonrisa —Ahora que ya te di suficientes abrazos y besos, cuéntame como han ido las cosas. Supe que has venido en varias ocasiones al palacio, por lo visto has estado muy ocupado con mi hermano que ni siquiera pasaste a ver a tu madre que te extraña mucho.

Las mejillas del hebreo se tiñeron un poco de rojo al recordar de que manera había estado ocupando su tiempo junto a Ramsés. —Bueno si, he estado un poco ocupado, sabes que mi hermano aún no da su brazo a torcer, sigue diciendo que no dejará ir a mi pueblo. —Soltó con tristeza.

—Lo se. —La princesa se sintió triste por la actitud de su hermano, ella quería hacer más, pero sabía que no contaba con ese poder.

La platica entre madre e hijo se alargó bastante, llegando incluso a cuando el hebreo era un pequeño niño y la única preocupación que tenía era la de jugar y competir con su hermano sobre quien era el mejor disparando arco. Rememorar los viejos tiempos era bueno, aunque de vez en cuando trajera consigo un poco de anhelo y tristeza. Cuando acabaron de hablar era ya noche, entonces Moisés se despidió de su madre y prometió venir más seguido, si se le permitia, a verla.

Moisés caminaba rápido por las calles de la villa, había salido del palacio con mucha hambre, y lo único que quería era llegar a su casa y pedirle un delicioso plato de sopa a su madre. Solo era eso lo que quería, no esperaba encontrarse con Coré en medio de su casa con toda la espalda lastimada y su ropa completamente rasgada. Al parecer su estomago tendría que esperar un poco.

—Hermano, que bueno que has llegado, estabamos preocupadas por ti —dijo Miriam corriendo de aqui y allá, buscando algunos lienzos limpios especiales para las heridas.


—Primo —Susurró Moisés. —¿Qué es lo que le sucedió?  —preguntó a las mujeres.

Coré estaba siendo curado por jocabed, sus heridas eran un tanto graves, lo que le impidió responder a la pregunta de Moisés ya que estaba intentando no hacer demasiado ruido. Las heridas si que le dolían, le habían dado unos buenos azotes. En cambio Miriam respondió —Al parecer unos oficiales egipcios estaban maldiciendo a nuestro Dios y a ti también, Coré quiso hacer algo y acabo en este estado.

Moisés no confío mucho cuando escucho que de alguna manera Coré también lo había defendido a él, era bastante extraño, ya que primero estaba encontra de él. Coré había hecho que toda esa gente se pusiera en su contra a base de mentiras y ahora decía que lo defendía de algo que decían los oficiales egipcios, era bastante sospechoso, pero no se podia parar a pensar en eso ahora, al final Coré seguía siendo su familia y estaba herido. Dejando todas sus cosas que traía, incluido el cayado, trato de ayudarle a su madre y hermana en curar la espalda de su primo, él por otra parte, había dirigido su mirada al cayado, ocultando apenas una pequeña sonrisa que quería formarse en su rostro.

Solo debes ser leal a mi Donde viven las historias. Descúbrelo ahora