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Ryūnosuke se encontraba llorando en un callejón dónde pocas personas circulaban. Quienes pasaban por ahí, no sentían empatía por el niño y ni siquiera se atrevían a tomarlo para ir a reportarlo a la Policía.

Ryūnosuke miró a un par de conejos. Mamá conejo y su conejito, sonrió y decidió seguirlos por la orilla de las casas.

— ¡Coñe-jito! ¡Boñito!

Daba pequeños saltos, imitándolos. Se divertía. Cuando miró que alguien muy conocido para él, se acercó por ese callejón.

— ¡Kyouka-nee-chan! ¡Venishte! ¡Shii!

Aplaudía contento, haciendo una algarabía al ver a la jovencita del kimono. Si Kyouka estaba ahí, él podría llegar fácilmente a la Agencia de Detectives Armados.

Ryū sólo buscaba encontrarse a alguien conocido que pudiera ayudarlo a entrar a algo similar a una casa.

— Ryū-kun. Ranpo-san me pidió buscarte, y aquí te encontré. No te vayas muy lejos. Por estos lugares podría haber mucho más peligro.

Lo levantó en brazos, para llevarlo al edificio de la Agencia. Al llegar, se encontró con Fukuzawa, quien estaba de acuerdo en que cuidaran del bebé callejero de vez en cuando.

— Presidente, ¿usted cree que los malos padres de Ryū-kun tengan otras intenciones por dejarlo solo? Quizás... Alguna trampa...

•×•×•

En un Bar...

— Chūya. Esperaba encontrarte por aquí. Te ves molesto. ¿Sucedió algo?

Cuestionó Dazai, teniendo una copa de vino sin ni siquiera tomar un trago.

— Eso no te importa, Dazai. Métete en tus asuntos.

DÉJAME VIVIR [AKUTAGAWA RYŪNOSUKE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora