CAPÍTULO 1

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Centerville, 4 de mayo, 8:13 am.

“WARMELL. INSTITUCIÓN DE CUIDADOS A NIÑOS Y ADOLESCENTES DESAMPARADOS”.

Ese era el cartel que tenía Megan ante sus ojos.

Finalmente estaba allí. Una semana después desde lo sucedido. Se quedó mirando por largos segundos aquel cartel, tratando de adaptarse a la idea de que ahí viviría a partir de ahora.

El sitio no se veía nada mal. Tenía tres pisos, todos con paredes blancas sin una sola manchita y ventanas grandes de borde negro y detalles dorados. El techo era triangular y una gran puerta color café los esperaba.

Caminó hacia la entrada junto con los que la acompañaban y la guiaron por un pasillo extenso y ancho. Se suponía que tenía una entrevista o algo así, para registrarse en aquel lugar.

Se escuchaban voces lejanas, como si fuera de una multitud y a medida que caminaban se escuchaban aún más. Pensó que iría a un tipo de oficina o despacho, pero terminaron en un gran comedor y notó que de ahí venían las voces.

Muchísimos niños y adolescentes se encontraban hablando en voz alta, riendo y desayunando. Eso provocó una mueca en el rostro de Megan, no le gustaba el ruido ni estar en la misma habitación que cientos de personas.

Siguieron caminando atravesando mesas, hasta que se detuvieron en una donde una mujer de mediana edad los esperaba. Rubia con porte recto y manos entrelazadas sobre la mesa.

¿Por qué tiene que ser aquí?

—Querida, siéntate por favor. —la mujer le señaló la silla de en frente. Megan obedeció y Mary dijo algo sobre agradecer a esa gente por traer a Megan. —Eres Megan, ¿cierto?

La chica asintió.

—Vale. Primero que todo, bienvenida. Mi nombre es Mary. —señaló con una sonrisa amable. —Sólo te haré unas pocas preguntas, no relacionadas con tu vida, solo datos personales. ¿Está bien? —preguntó. Megan volvió a asentir.

Aunque no entendía cómo iba a responder.

—¿Qué edad tienes, querida?

Recibió el silencio de Megan.

—Perdona, he preguntado por tu edad. —repitió la mujer un poco incómoda. Luego de varios segundos, comprendió que Megan no hablaba. —Oh, Dios. Lo siento, en serio. ¿Eres... muda?

Megan negó con la cabeza. Odiaba esa pregunta.

—Oh... entonces...

La chica miró a la mujer fijamente, como si le estuviera diciendo con la mirada lo obvio.

—¿Quieres escribirlo en un papel?

Megan asintió.

—De acuerdo. Espera aquí, no tardaré. ¿Sí? —se levantó de su silla y se fue dejando a Megan sentada lidiando con las molestas voces.

¿Es que no saben hablar bajo?

Empezó a jugar con un hilo suelto de la manga de su abrigo y sintió algunas miradas sobre ella, pero las ignoró. Seguro se trataba de personas curiosas mirando a la nueva.

Levantó la mirada y casi mete un respingo por unos ojos oscuros que atravesaban los suyos. Fueron esos quienes la miraban. Un chico en la mesa de al lado, la cual estaba separada por casi dos metros, la observaba con una mano sujetando un lado de su cara. No quitaba su mirada de ella.

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