CAPÍTULO 3

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Segundo día en el orfanato Warmell.

Ya Megan se estaba aburriendo. Aunque bueno... no era como si se pudiera divertir ahí ni tuviera razones para hacerlo.

Se hallaba nuevamente en el comedor, era la hora de la cena. Por un momento pensó que Marla y la otra iban a acompañarla en este horario una vez más, pero al parecer no lo har...

—Hola, Megan. —escuchó a la rubia. Cerró los ojos porque ya se estaba alegrando de no verlas. —¿Por qué no has comido nada? —preguntó con preocupación mirando la bandeja llena de la castaña malhumorada.

Megan se rió internamente con amargura.

Ese era el menor de los problemas de Megan. Había perdido el apetito por completo y lo único que deseaba era desparecer del mundo cuánto antes. Si se moría de hambre, pues mejor.

Megan la ignoró en una clara señal de: no te interesa, y extrañamente la rubia no volvió a cuestionar nada más. Se levantó junto con la otra —de la cual no se acordaba el nombre— y la dejaron sola.

Pero de pronto, alguien más se acercó a la mesa sentándose torpemente, ya que se dio un golpe contra una de las patas de la mesa.

—Hola, nueva. —era un chico. —Escucha, si te sirve de algo o no, no me interesa. Pero lo diré de todas formas. —soltó bruscamente. —Tengo mis... contactos para entrar secretamente alcohol y cigarrillos a este mugroso orfanato. —hablaba en voz baja, captando un poco la atención de Megan. —Si quieres algo, pues ve al patio trasero a la medianoche. Si no, entonces cierras la boca y no le digas esto a nadie porque de lo contrario tendrás consecuencias.

Ya a Megan no le estaba gustando ese tono tan brusco. No la hacía moverse ni un milímetro pero sí alzó la vista hacia ese chico.

Era un poco tosco respecto a sus facciones. Traía el cabello rubio largo, músculos exagerados para sólo ser un adolescente y sus ojos azules estaban irritados. Seguro andaba metido en esas cosas desde hace tiempo y fue cuando Megan entendió que estaba ebrio.

La chica lo atravesó con la mirada y asintió, indicándole que cumpliría su pedido. No estaría mal coger un respiro, relajarse con lo que fuera y despejar su mente.

El chico se fue y Megan trató de probar algo de la comida. No estaba mal, pero ella no estaba hambrienta.

Sintió unos ojos posados en ella y fue sorprendente que en cuanto levantó la vista sus ojos se conectaron justo con la persona que la miraba.

Era el mismo chico del día anterior, quien le había sonreído un poco y estaba casi... o completamente segura, que él era Tayson.

¿Qué demonios quería?

Aún estaba descolocada porque no pudo haber razón para que él supiera su nombre. ¿Marla o Christie se lo dirían? No, imposible. Decidió ignorar el asunto, no tenía importancia.

A Megan le estaba irritando esas miraditas; joder, si quería algo que se lo dijera directamente. Ya vería ella si lo mandaba a la mierda o no.

Decidió ignorarlo, no estaba para bobadas.

***

Esperó a que sus compañeras se durmieran para tomar sus cosas e irse a las duchas. Le gustaba tomar una ducha muy larga y desde luego que sin esa cantidad de chicas en el mismo sitio.

El baño no era todo lujos, pero sí aceptable. Al menos tenía agua caliente.

Se lavó el pelo y salió media hora después de haber entrado. Hizo todo lo posible para vestirse sin mirarse al espejo, poniéndose ropa holgada y cómoda.

Al abrir la puerta, casi choca con una chica bastante más pequeña que ella. Pero la ignoró y se fue a su habitación. Pensaba ir de nuevo al patio trasero. ¿Se encontraría de nuevo al chico allí?

No era que deseaba hacerlo, pero en verdad quería estar sola.

Mary le había dicho que tenía la autorización de caminar libremente por los pasillos después de la cena, pero hasta ahora no había visto a casi nadie hacerlo.

Mejor.

Ansiaba aire fresco y salió al patio trasero. Estuvo por minutos, o quizás horas, a Megan no le interesaba el tiempo y éste se le iba sumida en sus propios pensamientos.

Luego empezó a oír pasos y seguido notó a un grupito atravesar la puerta, hablando en voz baja. Entre esos, el chico rubio de la cena.

¡Cierto! Lo de la medianoche.

Uno de ellos fue a un extremo del patio que estaba bastante arrinconado y oscuro. Poco después, regresó con una caja que debía pesar un poco y otra más pequeña. De inmediato los otros lo rodearon para ver qué traía. Megan se acercó al grupo y observó que el rubio que le había avisado estaba repartiendo cigarrillos. Quería uno de esos.

Alcanzó a coger sólo una cajita entre muchos manotazos. Con eso tenía bastante.

Volvió a su banca y el grupito entró de nuevo al orfanato. Seguro ni la notaron.

D

ando vistazos a su alrededor, descubrió que del otro lado de ese patio trasero, había lo que parecía una pequeña escuela. Escuchó decir una vez a la rizitos ojiverdes que eso formaba parte de Warmell, pero era el lugar de los niños más pequeños. También pudo ver el almacén, el cual era gigante pero un poco oculto entre los árboles. O eso creía por la tupida oscuridad que rodeaba aquel patio.


Sacó un cigarrillo dispuesta a usarlo ya pero...

El encendedor.

¿Seré estúpida?

No tenía ni idea de dónde iba a sacar un encendedor. El único lugar donde podría haber uno sería en la cocina...

Me puedo escabullir...

Se levantó decidida a hacerlo, tratando de no hacer mucho ruido pero le preocupaba que alguien estuviese en la cocina. ¿Eso no fue lo que dijo Mary?

Empujó la puerta un poco, esta con suerte no sonaba. Las luces estaban apagadas y buscó con la mirada el objeto. Al final lo encontró encima del refrigerador y salió de allí en silencio.

Pero antes de salir nuevamente al patio, sintió que una mano la tomaba del brazo y su primer instinto fue voltearse lista para manotear a quien sea. Lo primero que vio fue una figura más alta que ella, quien la miraba con una mezcla de seriedad y burla. ¿Era eso posible?

De inmediato lo reconoció.

Tayson.

Sabía que era el mismo chico del patio. No sabía cómo.

—¿Qué hace usted a estas horas saliendo de la cocina? —preguntó ladeando su cabeza, como si la riñera. Fue cuando Megan comprobó que era la misma voz. —Si has tomado un cuchillo para matar a alguien... —sonó como si la advirtiera. —... pues te acompaño en la aventura. —y sonrió como un angelito.

A Megan no le estaba haciendo gracia, por el contrario, se liberó de su agarre, molesta. Le dio la espalda al chico para irse no sin antes lanzarle dagas con los ojos. Eso no hizo más que provocar una sonrisita divertida en los labios de Tayson.

¿Por qué sonríe? ¿Qué le hace tanta gracia?

Se fue a fumarse su cigarrillo tranquilamente en el patio, preguntándose cómo carajos iba a seguir soportando al mundo.

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