Megan había pasado el resto del día en su cama, sin hacer absolutamente nada, sólo pensar. Cuando finalmente llegó la hora de cenar, se levantó de allí y se dirigió al comedor. Mientras caminaba, ya no recibía miradas por ser la nueva. De hecho, parecía que todos estaban acostumbrados a eso.
No se había duchado aún, prefería hacerlo más tarde cuando pudiera estar sola, aprovechando la libertad para caminar por allí de noche.
Llegó al comedor y tardó unos segundos en encontrar una mesa que estuviese vacía. Se sentó ahí luego de pasar a coger su bandeja de comida.
Megan no tenía un rostro muy amigable. La mayoría del tiempo lucía seria y miraba a todos con mala cara, pero si no tenía que mirarlos pues mejor.
Dos chicas se acercaron a su mesa y se sentaron al frente, un poco cautelosas por si Megan las echaba con mala forma. Eran sus compañeras de habitación.
—Hola, Megan. ¿Nos podemos sentar aquí? —dijo la rubia.
Ya se sentaron, qué más da.
Megan siempre miraba a las personas cada vez que le preguntaban algo, como si esperara que se diera cuenta que de su boca no iba a salir ni un sonidito de un bostezo. Miraba a las chicas fijamente y estas no sabían que significaba, o qué tenían que hacer. Megan no decía nada y era frustrante.
—Ahm... ¿Podemos comer aquí? —preguntó esta vez la de risos castaños y ojos verdes.
Su respuesta fue que Megan asintió, dejándolas comer ahí pero deseaba profundamente que se callaran y no empezaran a cuchichear.
—¿Has visto a ese chico de allá? —vió de reojo que la castaña señalaba algún punto en la sala, pero Megan siguió comiendo.
—Uh, sí. Es muy guapo. —respondió la rubia con una risita.
Ya empezamos.
—¿Cómo se llama?
—Si no me equivoco, creo que su nombre es Tayson. —volvió a hablar la rubia de ojos oscuros.
—Es un poco extraño su nombre. ¿No crees?
Megan seguía ignorándolas, pero quiso refutar por lo que dijo la castaña. Para ella ese nombre no era extraño, era... bonito.
—Oh, por Dios. Perdona, no nos hemos presentado. —la rubia dio un saltito con mirada de pena y risita nerviosa. —Me llamo Marla, y ella es Christie.
La chica seguía comiendo, pero para no hacerlas quedar mal, les regaló como respuesta un sólo asentimiento de cabeza.
La hora que pasaron allí, se había hecho casi eterna. Las chicas no dejaban de hablar y Megan intentaba soportarlas. Eso junto con el ruido de las incontables voces del comedor, la ponían de mal humor. A Megan le gustaba el silencio y sólo el silencio.
Esperó a que absolutamente todos salieran del comedor y comprobó por último que ya no quedaba nadie en el pasillo principal. Eso quería decir que estaría sola y aprovechó para tomar sus cosas de la habitación y marcharse a las duchas.
Sus pasos hacían un poco de eco mientras caminaba. Ahora mismo sentía que podía coger un respiro. Encontró las duchas más rápido de lo esperado y cerró la puerta a sus espaldas.
Procedió a desvestirse y doblar la ropa en una pequeña banqueta de la esquina. Cuando ya se estuvo duchando, sintió que todos sus músculos se relajaban con el agua caliente que caía sobre ella. Limpió su cuerpo, notando una pulsera delgada en su muñeca de color negro. Era un fino listón. Se la había regalado su madre, a Megan le encantaba usar ese tipo de cosas.
Ya que estaba sola, se permitió recordar una vez más el rostro gentil de su madre y las palabras severas de su padre pero el carácter que Megan admiraba. Era un hombre imponente, seguro y de personalidad dura.
Megan había adoptado ese carácter fuerte. Nunca fue una muchacha que le sonreía a todo el mundo y desde luego no le dirijía la palabra a nadie, ni siquiera a sus amigos.
Bueno... ya esos no los tenía.
Salió de la ducha con lágrimas acumuladas en sus ojos y envolvió la toalla por su cuerpo, parándose frente al gran espejo del lavabo.
Su piel estaba muy pálida, sus labios eran gruesos y serían bonitos de no ser por lo maltratados que estaban. Megan los mordía a menudo y una que otra vez sangraban.
Su cabello castaño oscuro caía a los lados de su cara en ondas hermosas pero no muy abundantes. Tenía unos preciosos ojos negros que a su padre le solían encantar, pero ya él no estaba para decirle que los ojos claros no eran los más bonitos.
Antes Megan tenía un ego increíble, y su padre se encargaba de subírselo cada día. Ya no. Megan se veía demacrada, con ojeras y ojos cansados. Ya no se decía cosas bonitas por las mañanas. Ahora solo deseaba desaparecer porque sabía que su estado no iba a cambiar, que no volvería a ser la misma de antes.
Ahora mismo, mientras se miraba al espejo, le daba pena la imagen que se reflejaba allí.
Tomó la ropa limpia entre sus dedos y se vistió con unos pantalones negros holgados y una camiseta gris de mangas cortas. Dejó su cabello suelto y salió del baño notando que las luces estaban apagadas.
Pero no tenía sueño, así que dejó lo que traía en su habitación, notando que las chicas ya dormían y salió de ahí.
Caminó sin rumbo alguno, arrastrando sus pasos y vio el patio trasero a través de una ventana. Por suerte la puerta estaba abierta e hizo una mueca ante el ruido que hicieron las bisagras al abrirla.
Genial, seguro desperté a medio orfanato.
El patio era bastante amplio, con plantas por doquier y bancas para sentarse. El piso era de piedra y dio pasos pequeños mirando todo lo que la rodeaba.
Se sentó tranquilamente en una de las bancas, hubiera sentido el material frío de no ser porque traía pantalones largos. Y se quedó allí por unos minutos.
Entonces, de pronto, captó moviendo detrás de unas plantas. Casi se asustó, pero a través de las hojas distinguió a una persona sentada al parecer en otro banca, del otro lado. O más bien, un chico.
—Vaya, pensé que siempre sería yo en este patio a estas horas. —la voz del chico era ronca pero a la vez suave, difícil de explicar.
Ah, bueno, pues yo también vendré.
—Te gusta el silencio igual que a mí. ¿Verdad, nueva?
¿Cómo sabía que era ella?
—Sé que no responderás.
Megan no estaba entendiendo. ¿Por qué le estaba hablando?
—Dime una cosa, ¿manejas bien eso de no hablar nunca? Es decir, se te debe salir una palabrita de vez en cuando.
El chico escuchó algo como un respiro, era Megan implorando paciencia.
La verdad es que estaban más cerca de lo que pensaban, sólo una planta los separaba. A la chica no le estaba gustando para nada esas preguntas indiscretas.
—Wao, es difícil hablar contigo. Más de lo que esperaba. —concluyó el misterioso chico y se escuchaba como si sonriera. —De todas formas, a mí nada se me da difícil.
¿Qué quería decir con eso?
Sintió al chico pararse, pero trató de no prestarle atención. Él se dirigió a la puerta para entrar de nuevo y en el camino ya la planta no le bloqueaba nada, así que pudo verla.
Sonrió de lado aún cuando ella no lo estaba viendo y antes de entrar completamente, se detuvo para hablarle:
—Me llamo Tayson, un placer... Megan.

ESTÁS LEYENDO
Find my voice
Romance27 de abril. Ese día lo cambió todo para ella. Ese día su corazón se apagó, se detuvo, se manchó de una inmensa tinta negra deteriorando todo a su paso. Y lo supo en el mismo instante en que la tragedia pasó justo delante de sus ojos. La mansión Vo...