CAPÍTULO I

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Tras el golpe del relámpago empezó a llover. El agua huía desesperada por el pavimento. Una niña corría en medio de la calle. Tenía diez años y era de piel clara. Poseía una larga cabellera negra que le llegaba a la mitad de la espalda y tenía los ojos marrones. Lloraba curiosamente y sus lágrimas se confundían con la lluvia.

Siguió corriendo como si nada tuviera importancia hasta que llegó a una esquina. En su desesperación, ¡cruzó sin mirar! Y al escuchar el sonido de la bocina y ver la luz de un vehículo que venía hacia ella a toda velocidad, quedó estática, ya no podría salvarse. Cerró lentamente los ojos esperando que el fin llegara.

—¡Jenny! —gritó alguien.

Un niño llegó corriendo y la empujó con todas sus fuerzas pero fue él quien recibió el impacto. Ella cayó sobre el pavimento y quedó atónita, se limitó a observar el cuerpo del niño que le había salvado la vida y ahora yacía inmóvil sobre el asfalto. El auto que lo atropelló, huyó cobardemente.

—¡Kevin! ¡Por Dios! —exclamó ella levantándose y corriendo hacia su salvador.

Él tenía diez años, era rubio y de ojos celestes. Ella llegó hasta él, se arrodilló y le tomó la mano derecha.

—¡Kevin! ¡No te mueras! ¡Decíme algo!

Él levantó dificultosamente la cabeza, tosió un par de veces debido al mal estado en el que se encontraba, y finalmente le preguntó:

—¿Cómo estás, Jenny?

—Estoy bien... gracias, no sabía lo que hacía —respondió sollozando.

—Jenny... prometéme que nunca vas a hacer esto de nuevo.

—Te lo prometo, Kevin, y nunca... —olvidó lo que iba a decir.

—¿Nunca...? —la ayudó el niño.

—Nunca... —no había caso, lo había olvidado.

—¡No, no, no! ¡Corten! –exclamó alguien desde un altavoz.

Tras esta orden la lluvia paró de inmediato y las luces iluminaron el lugar; se encontraban en un estudio de grabación. Como el rodaje había sido interrumpido, ahora una multitud de personas corrían de acá para allá, preparando el lugar para la próxima toma. Ante esto, el niño puso cara de fastidio y recriminó a la niña:

—¡¿Querés salirme de encima?!

Ella no dijo nada, simplemente se levantó y le devolvió la misma mirada despectiva. Él también se levantó. Ambos estaban empapados.

Llegó un hombre alto y flaco que llevaba puesto unos enormes anteojos de sol. Poseía una cabellera negra, larga y recogida. Su vestimenta difería totalmente con la escena en cuestión: una remera blanca y unos vaqueros azules. Llegó con su altoparlante en la mano y con un rostro de preocupación. Lo primero que dijo fue:

—A ver, a ver, ¿qué pasó?

—¡A mí no me mires! —se defendió el niño—. Hago lo que puedo, el problema es ella, ¡se retrasa en sus líneas!

—¿Yo? ¡Ahora escucháme vos, estúpido! —reaccionó ella de inmediato, pero antes de decir algo más el niño había vuelto a hablar—. Steve, ¿vas a dejar que me trate así?

El director, al verse atado de manos, inmediatamente apeló a la bondad de la niña diciéndole:

—Sidney, por favor, no podemos seguir estancados en esta escena.

—¡Olvidé mis líneas! ¡Le pasa a cualquiera!

—Yo entiendo... pero no es la primera vez que te ocurre y...

VIAJE AL CENTRO DE LA MENTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora