CAPÍTULO VII

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El sol azotaba con furia la carretera y el asfalto devolvía el calor a los que caminaban sobre él. Además, una brisa bochornosa les golpeaba la piel y en lugar de refrescarlos, los acaloraba aún más.

—Explicáme otra vez —habló Ed―: ¿por qué estamos en esta carretera del infierno?

A Edward le había tomado varios minutos recuperarse de su accidente con los flujos mentales pero ahora el viaje continuaba. Ya habían dejado la ciudad atrás, apenas podían verse los últimos edificios de Conciencia en el horizonte. La carretera por la que caminaban se encontraba perdida en un mar de arena del desierto y atacada por un calor piretógeno.

―Ya te dije ―respondió Ellie―. Esta carretera representa a tu Superyó. ¿Recordás todo lo que te conté en mi consultorio? Pues bien, El Superyó es la parte que contrarresta al Ello, por eso en El Ello nunca amanece y acá, en contrapartida, el sol nunca baja. El Superyó consta de la conciencia moral, pero de momento se halla subdesarrollada debido a tus falsas actitudes y la falta de sinceridad contigo mismo, por eso estamos rodeados de tanto desierto.

―No me refería a eso ­—contestó Edward.

—¡Ah, cierto! Tenemos que seguir esta carretera para llegar al Subconsciente.

—¡Pero esto es un martirio! ¿Acaso no hay otro camino? —protestó él.

—Tiene razón —contribuyó Antonio—. ¡Hemos caminado durante horas!

—Sólo hemos caminado quince minutos —observó Sidney.

—¡Ya dejen de lloriquear! ¡Esto es necesario! Edward, ¿acaso no querés despertar? —preguntó Ellie.

—¡Claro que sí!

—¿Y querés hacerlo ahora?

—¡Por supuesto! Pero debe haber una manera más fácil.

—Lo lamento, Edward, pero este es el camino fácil.

—¡No, no lo es! —afirmó Antonio mirando el camino, y agregó—. Creo que tengo la solución, le pediremos a ese hombre que nos lleve.

A todos llamó la atención esto y apretaron la vista para ver quién era el que se acercaba. A lo lejos se podía divisar a un hombre que venía montado en una motocicleta a gran velocidad.

—Un momento... ¡Ese es Steve Morgan! —exclamó Edward.

Sí, el que venía arrasando la carretera montado en una Black Fatboy era Steve. Llevaba puesto una chaqueta negra, su larga cabellera al viento y sus lentes de sol sobre la nariz. Le hicieron señas para que parara y él, al verlos, se detuvo a un costado del camino.

—Espero que tengan una razón importante para detenerme —objetó Steve malhumorado.

—Necesitamos su ayuda —respondió Antonio.

—Perdón, importante para mí, quise decir.

—Por favor, necesitamos llegar a El Consciente o estaré en coma el resto de mi vida —le suplicó Edward.

—Lo siento niño, todos tenemos problemas.

Ellie los reunió a todos en un apartado y les susurró:

—¡Déjenme esto a mí!

Dicho esto, le lanzó una mirada furtiva a Steve quien la miró con asco. Ella se acercó a él caminando de una manera muy sensual y luego se arrojó a sus brazos.

—¡Ay, caballero! ¡Por favor! ¡Necesitamos de alguien que nos lleve!

—¿Qué cree que está haciendo? ¡Aléjese de mí!

VIAJE AL CENTRO DE LA MENTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora