CAPÍTULO IX

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Edward y Sidney subieron al Locus de Control a toda velocidad. Al llegar frente a la puerta, ésta se abrió y allí estaba Psiquis, esperándolos con su característica sonrisa. Ellie y Antonio yacían inconscientes en el piso.

—Es mejor para ustedes que se queden donde están.

Fue entonces cuando Ellie y Antonio empezaron a recobrar el conocimiento.

—¿Qué pasó? —preguntó ella.

—Lo importante no es lo que pasó, sino lo que va a pasar. Y lo que va a pasar es que ustedes se van a ir y dejarán la mente de Edward tranquila.

Mientras tanto, en el hospital, todos estaban alegres por el resultado obtenido con Edward.

—Entonces, ¿es posible que despierte ahora? —preguntó Mary entusiasmada.

—Hay una alta probabilidad de que así sea —respondió contento el doctor.

Por supuesto, ésta conversación se escuchó por toda la ciudad y los habitantes de Conciencia se llenaron de euforia.

—¡Ahí tenés! —le encaró Edward—. No hemos causado ningún daño, ¡sos vos el que ocasionó todo este desastre!

—No... no es así...

—Ay... ¿Dónde están los demás? —preguntó Ellie levantándose. Antonio hizo igual.

—Están abajo controlando a la población —respondió Sidney.

—¿Ves? Se acabó Psiquis, todo lo que quiero es despertar de esta pesadilla pero no me quedaré tranquilo sabiendo que sos vos el encargado de controlar mi salud mental —continuó Edward y empezó a avanzar hacia él.

Psiquis se desesperó al ver que no saldría victorioso de aquella situación. Entonces tomó un puñado de cables que se encontraban conectados a una computadora y gritó:

—¡¡No te acerques más o juro que...!!

No necesitó terminar la amenaza. Edward se detuvo inmediatamente, los que se encontraban a sus espaldas se asustaron y Ellie exclamó:

—¡Por William James, Psiquis! ¿Hasta esto sos capaz de llegar?

—¡Basta! ¡No quiero seguir escuchando!

—Psiquis... ¿qué vas a hacer? —preguntó Edward intimidado.

—Es mi deber velar por la seguridad de este lugar y así lo haré, esta mente debe ser protegida aunque eso signifique tomar medidas drásticas —y deliberadamente arrancó el puñado de cables con todas sus fuerzas. Las chispas saltaron y una pequeña columna de humo subió al techo.

—¡No! ¡No sabés lo que estás haciendo! —gritó Ellie.

Psiquis no la escuchó, había caído en un trance de rabia salvaje. Continuó arrancando cables, echando computadoras al suelo y rompiendo los botones del tablero.

—No... —murmuró Edward impotente.

En el hospital, todos seguían conversando alegres, entonces Sidney notó que al cuerpo de Edward le estaba ocurriendo algo.

—¡Edward está temblando! —gritó asustada.

La sonrisa se borró de la boca de todos al ver lo que ocurría. El doctor se lanzó a averiguar lo que estaba pasando y se llenó de espanto al comprobarlo.

—¿Qué está pasando, doctor? —preguntó Mary desesperada.

—Su hijo está sufriendo un ataque de epilepsia.

VIAJE AL CENTRO DE LA MENTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora