Prólogo

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Zemo mordía el cuello de James Barnes mientras movía sus caderas. El sudor se transformaba en perlas húmedas que empapaban su frente, otras se deslizaban por su espalda o terminaban perdidas en la cama en unas sábanas más sucias que limpias aunque hubiesen sido lavadas el día anterior. 

Otra madrugada gastada entre la clandestinidad de sus encuentros en los dormitorios y el fuego de piel contra piel. Ambos agitados, jóvenes, sedientos por más. Barnes jadeó agudo, levantando sus caderas, apretando las manos contra la cintura de Zemo para sumergirse en su apretado calor. Destrozado por el choque frenético de caderas, buscando su liberación y un sin fin de sensaciones compuestas, disueltas y concentradas en un mismo hombre: Helmut Zemo. 

Gimieron, se burlaron de la nada y finalmente se corrieron.

Como cada noche, Bucky buscaba las sábanas para cubrirlos porque Zemo no temía a la desnudez recíproca ni a la culpa postcoital que a veces se manifestaba en él. Zemo era otra cosa: altanero incluso ante la moral silenciosa de una habitación. 

Bucky rodeaba su cintura, enredando el  pie izquierdo sobre Helmut para atraparlo en un abrazo sugerente.

—¿Lo haremos bajo las sábanas? —la voz coqueta de Zemo salía ronca, Bucky gruñía acostumbrado a su insinuación y descaro, consciente que continuaría así mientras él no retirase las manos de su cuerpo. Era una rutina, una clausula que se había establecido durante los últimos meses.

"Mientras me toques aún tengo poder sobre ti"

Bucky trazaba líneas con su lengua en el cuello de Zemo.

—Nunca tengo suficiente... —terminaba por volcarse sobre Zemo. Buscando más piel para mordisquear —.No de ti.

 Lo acariciaba suave, dándole tiempo a Helmut para retirarse de su toque si ese era su deseo pero jamás lo hacía. Con ese permiso Bucky necesitaba tenerlo de nuevo, mientras la oscuridad de una fría madrugada los cubrieran en un velo negro de placer merecido.







Una madrugada toquecitos en la puerta los interrumpieron. Bucky no deseaba despegarse de Zemo pero la insistencia del intruso aminoraba el ánimo en la cama.

—Ve atender —Bucky se levantó de mala gana, apenas cubriendo su parte baja con alguna manta que tomó al azar.

¿Quién tocaría a esa hora?
Abrió la puerta dispuesto a ser lo menor cordial posible.

—¿Qué diablos? —la vergüenza cubrió su rostro en rojo, las palabras de reclamo se estancaron en su lengua tan rápidó cayó en cuenta de su desnudez. La vida real llovió a cántaros sobre él —. Na-Natasha. ¿Qué haces aquí? 

Un ruido proveniente de la habitación se escapó, entrecerró la puerta para evitar que Natasha Romanoff accidentalmente mirara por curiosidad y encontrara algo desagradable que borrase el buen concepto que ella tenía de Bucky.

Natasha alzó las cejas mostrando una sonrisa.

—Olvidaste esto en mi habitación —extendió una cuaderno azul que Bucky apenas recordaba. Demasiado perdido estuvo entre caricias calientes para reparar en su cuaderno de Gramática. Bucky lo tomó tratando de no retirar la mano sobre el nudo de la manta que lo separaba del exhibicionismo.

—Gracias, Nat. ¿Cómo sabías que hoy tenía clase de Gramática comparada? No me digas, Steve te dijo —ofreció la mejor cara de tonto para desviar cualquier pensamiento de su miembro semi expuesto. 

—En realidad no lo sabía.

Natasha llevó un mechón de cabello tras la oreja, batió sus pestañas en una señal de recato e inocencia falsa.

Amigos sin Beneficios | Winterbaron | Zemo/IkarisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora