Amigos sin Beneficios | Winterbaron | Zemo/Ikaris

Capítulo 17

Estaban en el medio tiempo del partido, la tensión, mezclada con el sudor de los jugadores tornaba el ambiente agrio. Bucky miraba a sus compañeros desesperados, pues el marcador anotaba 24 puntos contra 12 y la desventaja recaía en el equipo de la universidad The Marvels, necesitaban aproximadamente tres anotaciones o Tochdowns si querían ganar el partido. Aunque Bucky comenzaba a verlo difícil, la falta de concentración, desgraciadamente, jugaba contra ellos, incluso Bucky reconocía que no se encontraba al cien porciento concentrado en el juego, pues otra cuestiones, absurdas y nada benéficas, ocupaban sus pensamientos.

Ikaris era el único que parecía entero y probablemente decepcionado de que el equipo hubiera ido al juego en uno de sus peores momentos.

—Nos están apaleando, jefe —comentó Dane, entrecerrando sus ojos.

—Steve decía... —comentó Scott, pero el mariscal o el capitán como le apodaban cariñosamente al dirigente del equipo, se retiró el casco. Su cabello castaño estaba revuelto y mojado, su cara roja, tal vez de vergüenza o furia.

—¡Rogers no está aquí! —dijo Ikaris rudamente, un tono altanero que no utilizaba  a menudo para dirigirse a sus compañeros —. Yo estoy a cargo, ¿quieren ir a llorarle a los pies de Rogers? Bien, él está en las gradas, para quienes tengan sentido común revisemos los fallos y tratemos de dar lo mejor.

Bucky se retiró el casco, acercándose a sus compañeros formando un pequeño círculo, incluso el entrenador pareció callado ante la firmeza de Ikaris.

—Lang, Castle, Banner, sus defensas son terriblemente débiles hasta mi amiga Sprite podría soportar un ataque con más destreza y sólo tiene catorce años. Barnes —Bucky asintió esperando la reprimenda —, has fallado en atrapar dos pases, no sé que ocurra contigo pero no estás funcionando.

James apretó los labios, claramente sabía que su atención estaba en otro lado, ¿y cómo no? Si los últimos días y horas no había hecho más que pensar en cabellos castaños y lunares preciosos en una espalda. ¿Cómo podría concentrarse si su tormento estaba en las gradas?  Llevó su mirada al público, Helmut estaba conversando con Yelena y Walker, probablemente éste les estuviese explicando el juego o los por menores porque Zemo no comprendía bien el fútbol americano, no le gustaba en absoluto y los días que estuvieron juntos él nunca había ido a un partido, a los entrenamientos sí, pero a un partido jamás.
Helmut se reía curiosamente mientras comía palomitas, su mera presencia causó estragos en Barnes desde que lo vio en la presentación de los equipos. No se había concentrado, ni escuchado la mayoría de las indicaciones. Su cuerpo bombeó como demente y tropezó en varias ocasiones. Zemo se llevó el cabello hacia atrás, paseando su mirada por el campo, Bucky se escondió en el círculo para que sus ojos no lo encontrasen. Debía concentrarse.

Ikaris los miró, había sido rudo con sus palabras pero realmente el equipo estaba sumergido en un fiasco total. Sus miradas tristes y perdidas lo decían todo, el joven no tenía tiempo de echarse la culpa sobre los resultados, había tratado de que sus compañeros se animarán en el juego pero fue en vano, no fue del todo su culpa si estaban perdiendo por el doble de puntos. Su mirada viajó a las gradas y sonrió cuando Helmut le guiñó el ojo desde lejos, agradeció tener la sangre del cansancio del esfuerzo para no delatarse. Regresó la vista a sus compañeros y comprendió un poco a Lang y Frank. Hope no había asistido y se había rehusado a contestar sus llamadas, tenía en la penumbra el alma del alegre Scott, Frank, él estaba hecho una furia. Matt, estaba en una cita  junto al "mejor amigo" de Castle, Russo. Durante la primera parte del partido Ikaris temió que Castle saltara dentro del público y le arrancase la cabeza a Billy o armara un escandalo, en cambio Barnes estaba en un modo de idiotez superfluo, incluso Banner se notaba distraído en su línea de defensa. Los mejores jugadores en esa condición deplorable, él no podía salvar el partido por su cuenta, eran un equipo. Si les regañó o les gritó remarcando sus errores no pesaba en arrepentimiento porque ya se había cansado de eso. Nunca quiso a golpear a sus camaradas como en aquel instante.