Capitulo 3

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  Se encontraba en un camino oscuro, dónde invadía una niebla espesa. No se escuchaba ningún tipo de ruido, ni un animal, ni siquiera el susurro del viento.
  La niebla se estaba dispersando, dejando a la vista un portón de hierro de dos metros de altura, que se abría lentamente sin ningún tipo de ayuda de algún hombre, provocando un espantoso chillido escalofriante, Michael entró sin darse cuenta de lo que estaba haciendo, sus piernas empezaron a moverse instintivamente hacia el extraño terreno lleno de flores, y por un camino hecho de pequeñas piedras que conducía a una enorme puerta de madera. Podía ver lo hermoso de ese jardín lleno de plantas de todo tipo y árboles, una pequeña fuente de agua a un costado del camino y hasta un columpio, en el que se encontraba una niña de pelo castaño sin rostro, que se mecía  "mirando" hacía el joven. Siguió caminando, mientras observaba a un hombre de edad mayor, que estaba cortando los arbustos, este, un ser sin rostro, dirigía su "mirar" hacía el muchacho, como analizando cada paso que daba el extraño entrando en la gran mansión. Michael continuó sin parar en ningún momento hasta llegar a la gran puerta. Vió cómo esta se abría lentamente, y de ella salía una mano de dedos largos y blancos, e intentaba acercarse a él cada vez más queriendo atraparlo. El muchacho no podía moverse, quedó clavado al suelo, sin poder hablar o escapar.

  Eran las siete de la mañana,  Michael Kors se despertó de pronto, se sintió agitado por el sueño que había tenido durante la noche.
 -Solo fue una pesadilla, sólo eso- se dijo así mismo.
  El sol apenas se estaba levantando. El día se disponía a ser frío y ventoso, y el joven se preparaba para viajar a House of Saints, debía comenzar su trabajo como profesor en la escuela del pueblo. Era su primer empleo fuera de la ciudad.
  Tenía experiencia en la enseñanza desde hacía tiempo, daba clases particulares a los niños de familias adineradas, y en sus ratos libres solía enseñar de manera gratuita en el orfanato en dónde  había crecido, lo consideraba como un gesto de gratitud hacía las monjas del convento que tanto afecto le dieron en su niñez.
  Michael era de espíritu tranquilo, le gustaba leer cada libro que encontraba. Nunca supo quienes eran sus padres, solamente tuvo una carta y una manta de parte de su madre, o quién fuera que lo haya dejando en la puerta del hogar.

Te tengo que dejar al cuidado de otros, no te puedo criar, fuiste el producto de un amor puro, pero no pudimos ser la familia que quisimos.
                                      S.G

  Eran las diez de la mañana, el tren partía hacia el pueblo. Michael tenía todas sus pertenencias solamente en una maleta pequeña, una chaqueta de lana gris y una bufanda que le había tejido la hermana Elizabeth del convento. Lo habían despedido con afecto y melancolía, el pequeño ya era adulto, era un joven profesor que se marchaba. Un niño más que ya no podían cuidar.
  El viaje en tren se le hizo un poco largo y agotador, no sabía exactamente a cuánta distancia estaba, pero aprovechaba el tiempo para leer las notas de sus alumnos tanto de los particulares como los niños del convento. Había dejado la promesa de algún día volver a la ciudad.
Pasaron aproximadamente cinco horas hasta que llegó a House of Saints, en la estación lo esperaba el sacerdote de la pequeña capilla del pueblo.
 -Buenos días Profesor Michael. Me presento, soy el cura de este pueblo, el Padre Alfred. Las hermanas del convento me han hablado mucho de Ud.

 -Buenos días Padre, es un honor. No puedo devolver el halago, las hermanas sólo se han limitado a ofrecerme el empleo y no dude ni por un instante, solo acepté.
 -Me parece perfecto hijo mío, acompáñeme, le mostraré dónde se hospeda y dónde será su lugar de trabajo.

  Ambos hombres llegaron hasta la pequeña capilla. Michael sintió un escalofrío, una sensación extraña que no pudo explicar. Como que si no era la primera vez que estaba en ese lugar. Y no lo era...

Buenas Noches MichaelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora