Buenas Noches Michael

Capitulo 6

  Salían del pueblo en carruaje, el padre iba en silencio, Michael observaba el paisaje, las casas alejadas de los pueblos, los árboles, los cosechadores que volvían de un día largo de trabajo, y hasta el lugar donde solía vivir el cazador, abandonado hacía ya más de un año.

-Muchacho, espero que estés disfrutando el viaje, no está muy lejos la mansión de los Bernard, te agradarán, son buenos, amables y generosos.
  El carro se detuvo en la salida del pueblo, el caballo que lo llevaba estaba histérico, tan asustado que no lo pudieron calmar, trataba de huir, pero este estaba enganchado al carro. Bajaron todos, el jinete, el cura y el profesor, no sabían cómo tratar al animal, no había explicación alguna de lo que sucedía, no había nadie más que ellos, el jinete miró hacía un costado y pudo comprender en dónde estaban. Miró al padre, tan pálido como una hoja,  el hombre no necesitó ninguna explicación más.
  Acariciaron al animal cómo pudieron para calmarlo, con desesperación quisieron salir cuánto antes de ese lugar. Michael, no entendía qué pasaba, pedía explicaciones pero nadie contestaba.

-No te preocupes hijo, sucede que en estos lugares hay animales salvajes. Eso habrá visto el pobre corcel. Ya, ya seguimos camino- dijo secándose la frente un poco nervioso pero hablando con cierta tranquilidad.
  El muchacho sintió escalofríos de repente en su cuello, el ambiente quedó tan frío, parecía que el invierno se apoderó del lugar en cuestión de segundos, hasta podía ver su propia respiración, sintió una presión en el pecho, el padre lo miró preocupado.

-¿Estás bien joven?
  Michael escuchó un grito tan agonizante que lo hizo mirar hacia todos lados, pero no vió a nadie.
-Tenemos que ayudarle- dijo al fin.
-¿A quién muchacho?
-A la mujer que grita. Puede estar en peligro.
-¿Qué mujer?- la cara del cura quedó completamente pálida. No quería creer lo que estaba escuchando- Yo no escucho a nadie, va, vamos, no hay nadie por estás zonas hace ya tiempo hijo, llegaremos tarde y todavía nos queda camino por recorrer.
-Pero escuché un grito padre.
-Debió ser el viento al chocar con los árboles, creeme, aquí no hay nadie más que nosotros.
-¡Yo sé que escuché un grito!- dijo impaciente- alguien necesita de nuestra ayuda.
-Hijo, escucha a este viejo, aquí no hay nadie más que nosotros, subamos al coche y  sigamos con nuestro labor como buenos cristianos.
  Sin agregar una palabra más, se subieron al carro y siguieron camino, Michael no estaba conforme, sabía lo que había escuchado.