Capítulo 8

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  Pasaron los días, todo volvía a la normalidad, el pueblo permanecía tranquilo. El otoño de ese año era el más frío de lo que pudieron recordar, los habitantes del pueblo empezaron a preparar las provisiones para las próximas fiestas, los días pasaban tan rápido, el sol se ocultaba temprano y la noche cada vez era más larga. A la gente no le gustaba andar tan tarde, solamente se podían ver a algunos hombres que iban al bar cada tanto y comer algo después de una larga jornada. Temprano al amanecer, se escuchaban los gallos con su canto al ver los primeros rayos del sol que tocaban la tierra, los hombres que vivían cerca de los campos llevaban leche fresca a las casas de todos en el pueblo y las madres cocinaban el pan para el desayuno de los niños y esposos. Los leñadores solían irse junto con los primeros cantos de los pájaros, los cazadores se iban casi al amanecer y los demás habitantes comenzaban sus labores a la misma hora que los niños disponían para ir a clases.  

  En la escuela, el joven profesor enseñaba a sus alumnos todo lo que más podía por día, en el corto tiempo que llevaba allí, los niños ya conocían breve historia sobre los primeros habitantes de esas tierras, y comenzaban a saber sobre los conquistadores que provenían de un lejano continente cruzando los océanos. Eran muy entusiastas y curiosos para la edad, la mayoría ya podían leer una oración casi completa y sabían sumar y restar.  El momento favorito de la clase era cuando contaban historias en la hora de literatura, era  la hora de los cuentos. 

-Muy bien niños, guarden todos sus pertenencias, vamos a leer un momento. En esta hora quiero que estén atentos a la lectura, más tarde serán evaluados de acuerdo a ella. 

 -Profesor, ¿podemos leer sobre historias de fantasmas?- dijo una pequeña que estaba sentada a la mitad del salon.

 -Carmela, los fantasmas no existen.

 -Mi papá dice que sí señor profesor, que los hay en todas partes, y que persiguen a sus familias si ellos no los hicieron felices en vida.- Agregó otro de los niños.

 -Niños, los fantasmas son creencias que tenían los antiguos habitantes de nuestras ciudades y pueblos, no son reales. Cuando nosotros pasamos a mejor vida, o a la vida eterna como nos dicen en la iglesia, vamos al cielo. O eso es lo que me enseñaron en el convento en donde crecí.

 -¿Usted creen en Dios profesor?- el pequeño Willy lo miraba pensativo, dudando de todo lo que a su corta edad podía haber aprendido.

 -Sí, creo en Dios Willy, por eso sé que no existen tales "fantasmas".

 -Pero mi papá dice que en la antigua mansión hay muchísimos, hasta de los niños que allí habitaban hace años. Dice que esa familia estaba en desgracia,  que sus almas todavía están en pena y que se quedaron aquí, en el pueblo.- tímidamente se animó a decir Gloria, la niña más callada de toda la clase.

 -No niños, no hay ninguna mansión embrujada, sino ya me lo hubieran dicho los adultos de este lugar, nadie esconde una historia así. Son solo cuentos de terror que les suelen contar sus padres para que se comporten como unos santos. 

 -Pero profesor, la familia Green desapareció de un día para otro nadie sabe nada de ellos, nadie los vió de nuevo. Dicen que de noche  si alguien se acerca a esa gigantesca casa pueden ver las almas en pena de la familia, y a veces hasta suelen desaparecer quien se atreve a pasar por ese lugar. 

 -Ya ven niños, solo son historias que les cuentan para que no se alejen del pueblo y sean obedientes, creanme, no existen. Los fantasmas solo aparecen en libros de cuentos, como estos, son escritos por alguien que se imaginó haber visto tales espectros. Volvamos a lo que nos corresponde, saquen sus libros, hoy se llevarán tarea extra para que dejen de pensar en fantasmas. 

  La clase se quedó en silencio mientras leían sus libros, el profesor no creía en lo que le contaban los niños. ¿Quienes eran los Green?, nunca había escuchado de ellos, nadie los había mencionado antes. Quizá era un invento de los adultos para que los niños no se alejen de la entrada del pueblo o para que no jueguen lejos de sus casa. De repente, la idea de la mujer gritando volvió a su cabeza, no podía ver relación alguna con una cosa y la otra, pero ¿por qué aquella voz, ese grito agonizante volvía a su recuerdo?. Estaba intrigado, pero de algo estaba seguro, los fantasmas no podían existir. 

Buenas Noches MichaelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora