¿podemos?

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Abrió lentamente sus ojos, los frotó con ambas manos, estaba un poco agotado por lo que acababa de suceder. Pronto entró en razón y reconoció que no estaba en su cuarto, sino que en uno completamente diferente.

Giró el rostro hacia su derecha y pudo ver como una bella chica de largos cabellos se encontraba durmiendo a su lado completamente desnuda.

Sonrió de lado y acarició sus mechones. Él también se encontraba desnudo, pero no sentía la necesidad de vestirse.

Es malditamente tan hermosa... Hmooo, y eso que sólo está durmiendo...

Se acercó lentamente a ella para abrazarla desde la cintura pegándola a su cuerpo. El movimiento provocó que ella se despertara.

—Kawaki...

Susurró un poco anonadada.

—Lo siento... No quise despertarte.

—No pasa nada... ¿A qué hora son?

—No lo sé... Tal vez las 2 AM

—Oh..

—¿Por qué estás tan roja?

—Ehh... Es que... Estamos desnudos... Es un poco vergonzoso.

Dijo desviando la mirada.

—Sarada, eres muy tierna...

—Y tú muy sucio.

—¿Sucio?... ¿Eh?, ¿Por qué?

—Por lo de hace un rato...

La pegó a su cuerpo presionando su pecho contra el de él.

—Ven... Te puedes resfriar.

—Te amo...

—Lo sé...

—¿Tú también?

—No...

El rostro de sarada mostraba confusión.

—Yo te adoro... Eres mía... Sólo mía... Y eso me hace tan dichoso.

besó sus labios con tal lentitud.

—Te duele algo?

Preguntó él al recordar que había tomado su virginidad.

—No... Estoy bien Kawaki.

—Me alegra, no quise lastimarte.

—Kawaki nunca me lastimaría, éso lo sé con certeza.

Besó su frente.

—Estás en lo correcto Sarada.

Posó su mano sobre la cadera de ella desendiendo lentamente hasta llegar a su glúteo y bajar hasta su entre pierna.

—Ka... Kawaki...

Tartamudeó sonrojada.

—Tranquila... Sólo estoy verificando que todo esté en orden...

—Claro que lo está.

—Hmmmp... No entiendes mi mensaje, no importa... Debo de irme Sarada.

Hizo una mueca de tristeza.

—Tranquila... Mañana te veré en el instituto.

—Está bien, tienes razón... Después de todo mañana nos veremos...

Besó su mejilla para levantarse, tomó la sábana que estaba por los suelos para cubrirla.

—Toma, puedes pescar un resfriado...

Kawasara: Déjame amarte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora