Ojos negros.

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Sus ojos reflejaban tristeza al igual que sus mejillas con rastro de que fueron recorridas por un sin fin de lágrimas... Le hicieron tanto daño... Mi pobre chica...
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-Kawaki, qué haces aquí?.

Dijo Sarada confundida.

-Ya te lo dije...no importa en dónde estés yo siempre te buscaré.

Los ojos de la azabache se iluminaron sus mejillas se enrojecieron profundamente, sus rostros eran iluminados por la luz que emitía la luna, auque hacía un poco de frío en esos momentos.

-Kawaki...¿cómo rayos entraste?.

Dijo tratando de cambiar el tema.

-No subestimes a alguien que practica alpinismo.

-Pero aún así... Yo...

-Puedo pasar?

Interrumpió Kawaki.

Ella asintió cabizbaja.

Sarada no decía palabra alguna en esos momentos, aún seguía confundida y conmocionada por lo ocurrido con su padre, sólo abrió la ventana para luego retroceder mirando hacia la pared con los brazos cruzados y una mirada triste.

No quería darle la cara a Kawaki, no quería que viera sus hinchados ojos y el maquillaje corrido sobre su cara, trataba de limpiarlos pero era inútil.

Kawaki con gran facilidad trepó hasta llegar a la ventana de la azabache y de un sólo movimiento se adentró sigilosamente a la habitación.

Su primera impresión fue notar que Sarada no decía palabra alguna además de qué le estaba dando la espalda. Él sabía que algo había sucedido . Tenía que averiguarlo.

Lentamente él se acercó a ella para cubrirla con sus fuertes brazos acercándose  mientras olía el aroma de su cuello.

-Kawaki...

-Sarada...qué sucedió?...no llegaste. Por qué no que miras a los ojos?, ¿Alguien te lastimó?

—No... Yo...

—Sabes, te estuve esperando toda la noche... No pude soportar que no estuvieras, algo me dijo que estabas mal...

—Kawaki...

—Cuentas conmigo para lo que sea...

Ella giró lentamente para mirarlo, al notar sus cristalinos ojos con una mano comenzó a acariciar sus mejillas,de pronto besó su frente.

Sintió como se ahogaba, sintió por primera vez que no estaba sola.

¿Qué quieres mostrarme? Es el momento de sentir que nuestros cuerpos no están hechos para estar separados.

Sólo quiero que seas mi amiga y mi amante hasta el final.

Kawaki siempre desvaneció el dolor...

La azabache se separó cuidadosamente de él.
No podía más, ya no podía contenerlo, no era lo único que sentía en esos momentos, eran todos esos momentos de soledad y rechazo que sintió, le habían partido el alma por completo, era hora de desahogarse, nadie estaba en casa y Kawaki era la única persona en la que confiaba.
Por impulso se lanzó a él comenzando a romper en llanto.

Kawaki correspondió abrazándola con gran ternura y delicadeza, no podía comprender qué era lo que sucedía, mas sin embargo entendía que Sarada lo necesitaba más que nunca.
Pudo ver el desastre de la habitación, pudo ver la ropa rota y varios cosméticos regados en el suelo de aquella habitación enorme, fría y oscura.

Kawasara: Déjame amarte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora