Kawasara: Déjame amarte.

Un día como hoy

Un día como hoy cruzó por mi mente vivir con ella...para siempre...a su lado...

.
.
.
.
.
Para ella, el amor que sentía por él era el alivio para su adolorido corazón.
.
.
.
.
.
—¡Ésto debe ser una broma!

—No lo es, ya leíste el encabezado.

—"Sasuke Uchiha y Karin Uzumaki, dos almas enamoradas" qué más evidencias quieres?.

—Lo sé...pero no puede ser esto...por qué?... ese maldito?!...

—Oye calma.

—¡¿Cómo quieres que calme?!, ¡Se trata de mi familia, de mi hija!.
.
.
.
.
.
.
Tras varios días más de relación las sospechas en Sasuke incremetaban.

—¿Tienes novedades?.

—Kawaki, un tipo cualquiera de clase media. Qué no se limita a ser el centro de atención entre las chicas...a simple vista un tipejo sin futuro.

—Tsk...

—No te preocupes me encargaré de saber más información.

—No te apures, tu trabajo ya ha terminado ... Karin, era lo único que necesitaba saber.

—Pero...

—Ya te lo dije, a partir de aquí yo me encargo. Puedes retirarte. Estos días después de salir del hospital han Sido largos.

—Sasuke...

—No lo repetiré, vete a organizar los preparativos...lo único para lo que eres buena.

—Está bien cariño...

Maldito idiota...hehe ya veremos quien es bueno para algo...
.
.
.
.
—Así es.

—Hmp creo deberías tratar de mejorar la relación con tu padre Sarada.

—No lo sé Kawaki...desde que esa mujer llegó, las cosas empeoraron. Odio vivir en esa casa.

—No digas eso, es tu hogar después de todo.

—Lo era...ahora no sé lo que es. A papá ni siquiera le importo.

El moreno miró por breves instantes la mirada afligida de su amada para luego sonreír y besar su frente con tal delicadeza.

—Sarada...

—¿Qué?.

—Sabes... No importa la decisión que tomes, yo siempre te apoyaré.

Sarada simplemente se congeló por unos instantes con tal sonrojo.

—Yo... Muchas gracias Kawaki.

—No agradezcas, es mi deber como tu ahora novio.

Sonrío de lado con ironía.

La azabache le dirigió una sonrisa para acariciar sus largos cabellos .

—kawaki... Tú... ¿Me vas a querer siempre?

—Tsk...No digas tonterías.

—¿Eh?, tonterías. ¡Estoy hablando enserio!

Le dirigió una penetrante mirada. El baile del viento alborotó sus largos cabellos. Y él los acomodó con tal ternura.

—Hmmmp... Ya que quieres saberlo... No. No te voy a querer para siempre.

Lo sabía...

—¿Y sabes por qué?

Preguntó con ironía él.

—Porque no es lo mismo querer que amar, yo a tí te amo, y para mí es mucho más fuerte amar que querer. Por eso yo no te quiero.