III

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Mar

Salgo de la cafetería perdida en mis pensamientos, ¿cómo que ese hombre piensa que nos vamos a volver a ver? No lo creo, además entre nosotros ya no hay nada más de que dependamos.

Estoy caminando por la larga calle mirando a las tiendas de los laterales, una floristería, una librería y el restaurante favorito de mis padres en su juventud, siempre me contaron los dos que es ahí donde se conocieron y todo gracias a la amabilidad de mi padre al ayudarla.

No tengo prisa así que camino lo más lento que puedo pasando así mi destino, pero no me importa, sigo hacia delante. Al fondo veo la universidad a la que van todos mis antiguos compañeros de instituto, me encantaría haber entrado pero la condición de mi padre era demasiado delicada para mantenernos a flote así que decidir no ir, aunque me sienta egoísta decirlo, pero algún capricho me tendré que dar.

Se acerca las ocho y ya decido iniciar mi rumbo a casa cuando a veinte pasos de mi casa veo a Sean en el portal. Pero quien se cree que es, ya me denegó mi ayuda así que porque sigue zumbando a mi alrededor como una mosca. Veo que se dio cuenta de que le vi pues empieza a caminar hasta mi altura.

- Que pasa Mar – me saluda como si me conociera de toda la vida

- Por favor, déjame en paz – le aparto de mi camino para poder abrir el portón que da al interior de mi casa

- Que arisca – le fulmino con la mirada – solo quiero ser tu amigo, yo creo que ha sido cosa del destino ponerme en tu camino para que te pueda dar un poco de diversión

- Muy amable de tu parte, pero da la casualidad de que yo no creo en el destino – le dedico una sonrisa

Acto seguido entro en mi casa y le cierro la puerta en toda la cara antes de que pudiera decir nada. Oigo como se ríe y se va alejando por los sonidos de los pasos.

Me preparo un cuenco de sopa y un quesito fresco para cenar cuando mi padre me grita desde el salón que alguien está preguntando por mí, me resulta muy extraño pues a estas horas sabe Caroline que no puede llamar. Me levanto preguntándome quien podía ser puesto no conozco a demasiadas personas como para poder ir por ahí creyéndome guay.

- Papá – le llamo en voz baja para que no se entere el que está al teléfono - ¿Quién es?

- Pregúntale tú – se levanta y se va dejándome sola

- Diga – lo digo con extrañeza

- Pensé que ya más o menos sabrías quien era pichón – le noto con chulería

- Déjame en paz Sean, nosotros lo dejamos en la cafetería – le digo ya cansada

- ¿lo dejamos? Que yo recuerde nunca hemos salido – se ríe desde el teléfono

- Que quieres de mí –

- Ya te lo dije, solo quiero ser tu amigo – se que no es cierto, este quiere algo más

- Déjate de cachondeo y suelta la verdad – se oye un silencio hasta que decide responder

- Me gustas – reacciono de la mejor manera posible, riéndome – no es broma

- Si claro y yo estoy enamorada de ti – me sigo riendo

- ¿Eres tonta o te lo haces? – se le nota molesto

- Lo siento, es que me ha resultado gracioso – me seco una lagrima

Me cuelga la llamada y me retiro el teléfono del oído sintiéndome confusa, primero me dice que le gusto y luego me cuelga la llamada, no lo entiendo.  Me levanto para poder continuar con mi cena, pero resulta que me encuentro a mi padre comiéndose mi cena, que bien.

CordisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora