Capítulo 10; Venganza

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Cassandra

Venecia, la ciudad hundida.
Sus calles infinitas, auténticos laberintos formados por calles estrechas y callejones sin salida.

El día que pruebe la libertad, huiré a Venecia.

El día que pague con sangre mi deuda, esa tarde podré navegar por sus barrios y ahogarme en mis deseos.

Si logro salir viva de este lugar, mi cabeza dejara de doler y no necesitaré seis tipos de sedantes para apaciguar mis penas.

Tampoco tendré que consumir sustancias alucinógenas para viajar por mi mente, ni beber infusiones de hierbas.

Conocer los deseos de toda la gente es tan mortificante. Y engañarlos para hacerlos pensar que soy capaz de conseguírselos lo es más aun.

Jane, desea ser amada.

Alex, necesita repuestas.

Liam, quiere a su familia devuelta.

Elizabeth, anhela un circulo social donde encajar.

Lee, solo quiere paz.

Y yo, ansío la libertad. Tanto física como mental.

Pero encima de todo, de todos mis anhelos, por encima de mi avaricia y codicia que me ciega y hace querer siempre más. Deseo la venganza.

Deseo hacer pagar a las personas que me condenaron, hacerles sentir, hacerlos retorcerse de dolor tal como yo lo hice. Pues qué es la justicia sí no una balanza retorcida.

Papá siempre decía que habían personas que no aportaban nada a la sociedad y que debían ser desechadas, pero que eso no nos correspondía.

Y mamá lo corregía, diciendo que si no éramos nosotros, ¿Quién más lo haría?

Y esa mujer, de cabello ceniza y arrugas marcadas. Canjeadora de malos espíritus, que me prometió poder volver a traerlos a la vida.

Desafortunadamente, para una inocente criatura manipulable, la idea de no quedar huérfana le parecía de lo más acogedora.

Por lo que, en mitad de esa calle, ofreció lo único que le queda a una persona sin hogar ni bienes materiales.

Alma, y ¿Que podría ser más codiciado que la pura y virgen alma de una niñita?

Pero la vieja no era injusta, pues a cambio me entrego miles de hechizos que hasta el día de hoy trato de deshacer. Dones, que mucha gente desea tener pero que en realidad no son mas que un amargo y constante martirio.

El hecho de perturbar a los muertos puede parecer tentador en una primera instancia, poder hablar con ellos por una vez más. Pero cuando alguien muere, su alma que ha sido encerrada por años es finalmente libre, y la mayoría de ellas son capaces de descansar en paz.

Por lo que, si somos tan egoístas para hacerlo y decidimos volver a traerlos a la fuerza a este plano para "disfrutar" de su compañía por última vez, su ira aumentará a niveles desconocidos y lastimarán eternamente al mediador que los trajo de su descanso eterno, que en este caso; sería yo.

Luego de que mi alma fuese extraída y llenada en su lugar con hierbas y maldiciones de mal gusto, traté de buscar a mis padres, traerlos a la vida pues para eso había intercambiado la mía.

Una breve aclaración, el alma no es la que te otorga la vida, pero si la que te mantiene con ella. Todos nacemos con un alma pura y encendida, a medida que crecemos, vamos perdiendo poco a poco la fé en la humanidad, en nosotros mismos, y la mayoría de veces terminamos apagando nuestra alma antes de fallecer, viviendo nuestros últimos días por pura insersia.

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⏰ Última actualización: Aug 12, 2022 ⏰

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