Capítulo 3; Incierto

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Alex Evenson

Papá solo gritaba, eso se le daba bien, los insultos y reclamos que me transmitían me lucían ridículos, demasiado alejados de la realidad, solo los oía sin pretexto alguno con el semblante quieto e indiferente.

Oír y escuchar no son la misma cosa, todos lo sabemos, oímos ruidos, gritos y sonidos pero escuchamos frases, risas, voces y poemas, escuchamos solo las cosas que queremos, que necesitamos, escuchamos las cosas que creemos indisplensables y por eso elegia no oír lo que me decía mi padre. Al fin había decidido contarle lo de mamá y lo había tomado fatal, aún recuerdo su rostro horrorizado mientras los explícitos detalles de como mi madre fallecida me observaba casi en todas partes salían de mi boca, lo había vuelto loco y sinceramente no me arrepentía, el tendría que saberlo en algún momento.

Los días después del suceso fueron algo peculiares, solo logre ver a mamá dos veces antes de que mi padre me llevara a psiquiatría y luego de exhaustivos exámenes emocionales y físicos lograron determinar mi "enfermedad". Ezquizofrenia, un diagnóstico para nada acertado diría yo, de todas formas, las medicinas eran pesadas y me adormecian, todo mi cuerpo se sentía flotando, mi mente estaba en otro lugar, las voces empeoraron, pero ahora no se callaban cuando se los pedía. Dejé de tomarlas paulatinamente, en mi defensa estoy completamente seguro de que el desagüe necesitaba las píldoras más que yo, solo fue un acto de nobleza.

Padre se dio cuenta, ¿como no iba a hacerlo? Luego de unas semanas para nada pacificas, tomó una decisión. Sabia que quería deshacerse de mí pero jamas pensé que pudiese siquiera llegar a tomar algún acto al respecto.

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Maldije mentalmente miles de veces durante el viaje en carretera hacia el destino que de hoy en adelante llamaría mi hogar, recalqué en mi cabeza cada error que pude haber cometido en el proceso que me haya llevado indirecta o directamente a la situación que me envolvía ahora mismo.

Su rostro lo había llevado allí, de eso estaba enteramente seguro, ese semblante tan parecido al de su madre fallecida debía de estar volviendo loco a su padre, en cierto modo podía entenderlo, pero también se daba cuenta de lo egoísta que estaba siendo, ¿llevar a su hijo a un centro psiquiátrico solo para dejar de ver al recuerdo de su esposa?.

Quizás tenia más razones para haberlo hecho pero en ese momento solo se me ocurria esa, no estaba demente, en realidad estaba muy lejos de estarlo, solo veía y sentía cosas que la gente no... Ahora que lo veo de esa forma creo que si estaba demente.

No era mi culpa de todas formas, yo no deseé nacer, ¿o si? ¿Mi padre me odiaba tanto? ¿cada Psiquiatra por el que he pasado podría tener razón? ¿una persona con la cantidad de trastornos mentales con los que habia sido diagnosticado podría estar planteándose constantemente la existencia y reevaluando la importancia de la humanidad?.

Habíamos llegado, la fachada estaba casi carcomida en los bordes, la pintura que alguna vez fue pálida ahora lucía grisácea y sucia, las ventanas parecían cerradas con seguro y la puerta era algo grande. El sutíl letrero en el medio anunciando la accesible estadía mensual me hizo contener una risa vacía, nunca habíamos tenido mucho dinero, hasta ese instante seguía preguntándome como se las ingeniería para pagar la mensualidad en el centro, de todas maneras ese ya no era mi problema.

Baje del auto y mientras el maletero se abría despacio mi cabeza maquinaba las diez menos efectivas maneras de escapar en ese momento, una de ellas incluía asesinar al vigilante y mi conciencia se freno ante esa última idea, simple, efectiva, pero bastante peligrosa.

Mi progenitor bajo las pocas maletas que habia empacado una hora antes y me las entregó, alzé mi mirada un segundo, su rostro demacrado y ojeras profundas me erizaron la piel e instintivamente volví a mirar al suelo, estoy completamente seguro de que me susurró algo y pude notar unas vagas intenciones de abrazarme de su parte, tome mi bolsa y me gire rápidamente. Reconozco que mi acto fue infantil y desagradecido, pero en mi defensa la ira me habia cegado por completo, literal y fugurativamente, mi ojo izquierdo dolía y parpadeaba bruscamente hasta que al relajarme el ardor comenzó a disminuir.

Ya había hecho todos los documentos necesarios por adelantado, quería hacer todo lo que estuviese en mis manos para evitarme el discursito y tour de bienvenida, no debería estar aquí, pero decir eso último en voz alta me haría sonar aún más como un enfermo mental.

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Al entrar, mi nariz se inundo de un olor rarísimo, entre desesperación infinita mezclada con agonía perpetuante, y aromatizante con aroma a pino.

El lugar era tranquilo, en lo que cabe ser tranquilo un lugar como esos. Dibuje una línea imaginaria en el suelo y comencé a seguirla, ya me habían dicho cual seria mi cuarto, pero lo que más temia sucedió.

Una chica algo pequeña estaba sentada en un sillón gastado, jugando con lo que lucía ser un collar o brazalete inmersa en otra dimensión, al verme entrar pegó un corto salto de alegría. Su apariencia era descuidada, un abrigo de lana gris con manchas de mugre blancas y una falda estampada de flores hasta los tobillos, llena de anillos y collares con cristales, un cabello largo envuelto en un gorro verde. De esas personas que al verlas por la calle suspiras decepcionado de la juventud actual, pero aunque su aspecto no era el mejor, sus ojos inspiraban un dolor incomparable, como si tuvieses a tu peor miedo frente a ti.

Se abalanzó hacia mi envolvíendome en sus brazos, no la conozco, y sin idea alguna de como responder a el abrazo me quedo inmóvil, cuando deja de asfixiarme le noto una sonrisa tan grande que pareciera que va a romperse, se disculpa de inmediato y antes de que me permitiera decir algo

-Es un gusto conocerte Alex-

Ella nota mi confusíon al instante y me toma de la mano, arrastrándome por el pasillo, a las personas presentes no parecía importarles.
Estaba asustado, pero es una chica, luce de mi edad así que no creo que vaya a asesinarme, aunque a estas alturas nose que esperar de nadie en este lugar, ella comienza a hablar.

-Esta es la sala común, hay varios juegos de mesa, ajedrez, póquer y domino, también algunos rompecabezas que puedes armar si quieres pero solo esta habiltada desde las 3:00pm hasta las 6:00pm así que tenlo en cuenta- explica mientras pasamos por una habitación con las tres personas más pálidas que he visto en mi vida.

Comienza a mostrarme todo el lugar, hasta los cuartos más ocultos y mugrientos, por un minuto me sentí como un niño explorador siendo conducido por su guía en un campamento, solo que era un enfermo mental encerrado en un sanatorio siendo movido a la fuerza de un sitio a otro por otra enferma mental que acababa de conocer.

El recorrido había finalizado, terminó en un dormitorio, una cama individual con sabanas limpias bien dobladas, una lámpara, y un escritorio de plástico.

-esta es tu habitación, la mía es la 108 que esta un poco lejos pero igual puedo visitarte, si necesitas cualquier cosa puedes decirme, si no estoy en mi habitación estoy en la cafetería, que duermas bien- giñandome un ojo para luego irse sin cerrar la puerta detrás de ella.

¿Que demonios acababa de pasar? Lo peor esque no le respondí nada de lo que me dijo, y ¿que se supone que significaba el guiño del final?

No fuí traído en contra de mi voluntad a este sitio a hacer amigos, esto no es un campamento de verano, ella fue la que me saludo en primer lugar, yo no le pedí que lo hiciera.

La noche caía, y con ella, todas las esperanzas de algún día poder escapar de lo que se había vuelto mi vida.

The Dust In Your Eyes [EN PAUSA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora