Ambulans in morte

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Sur de Mesina, septiembre 1348.

Sus pulmones ardían al respirar, su garganta se mantenía irritada haciendo difícil pasar el aire y tragar saliva… apenas había logrado esconder su propia enfermedad a las mujeres que le servían como asistentes, resultaba bastante difícil concentrarse en atender a sus pacientes y tratar su propio malestar sin hacer evidente su enfermedad.

 Estaba siendo demasiado difícil…

Debía esconder lo mejor que podía su propia enfermedad, si alguien lo notaba  las cosas podrían ponerse bastente mal.

El estrecho pasillo se veía cubierto por una tenue luz filtrándose por las ventanas, un penetrante olor pico en su nariz haciendo más difícil respirar. Sus piernas comenzaban a sentirse adormecidas a causa de la fiebre, cada paso comenzaba a ser una tortura... obligado por el cansancio apoyo su peso contra la pared, dejando su vista fija en el grupo de personas bajo la ventana.

Los cristales opacos por la suciedad ofrecían una amplia vista a los patios traseros llenos de hierbas y muebles rotos claramente arrojados sin cuidado por las ventanas para ganar lugar en los pabellones improvisados, escondidas  a la vista de los enfermos una fila de calderas de acero negro contenía agua hirviendo, el olor a lejía se hacía cada vez más intenso.

Mantivo su vista fija en un punto específico: el grupo de mujeres a su cargo colocaban en las calderas las sabanas manchadas de sangre, paños de tela gastados por ser usados por tanto tiempo para atender a los enfermos. Un tosco pañuelo cubría la nariz y boca de las mujeres escondida a la vista un pequeño saco con hierbas medicinales yacía cosido entre los pliegues como un primitivo filtro, los gruesos guantes de cuero negro y las pinzas de hierro usadas por la voluntarias les brindaban cierta seguridad al tratar esas piezas disminuyendo el riesgos de contagió… si pudiera desecharia esos trozos de tela y todas las sábanas, no conocer como se extendía esa enfermedad hacia demasiado peligroso seguir usando prendas que habían estando en contacto con los cuerpos de los  enfermos, apretando sus labios contuvo su molestia ¿Con los nulos recursos y fondos esperaban que mantuvieran a flote el hospital?.

Menos de 12 doctores y algunos voluntarios se encargaban de mantener vivos a los cientos de humanos afectados por esa enfermedad de la que nadie parecía saber cómo tratarla y evitar que se siguiera expandiendo.

¿Baal lo había llevado a ese lugar por ese motivo?.
No podía descartar por completo esa idea, ese viejo dios solía actuar de forma extraña la mitad del tiempo haciendo incomprensible su razonamiento.

Negando con la cabeza reunió sus escasas fuerzas, obligándose a retomar su camino. No podía seguir perdiendo el tiempo, debía descansar lo antes posible no podía permitirse colapsar en el pabellón y dejar expuesta su enfermedad a los médicos del lugar.

Caminar unos minutos resultó un total infierno.

La pesada puerta de madera se abrió al ejercer presión en el centro con la palma de su mano, solo empujar la desgastada puerta estaba resultando demasiado difícil. Sus ojos ardían dejando escapar varias lágrimas entre los cortos parpadeos, 3 días sin dormir  por estar atendiendo a los pacientes del pabellón estaban agotando sus escasas fuerzas.

Solo deseaba dormir hasta el amanecer del siguiente día y no saber nada más del mundo.

Sus ojos cansados e irritados no tardaron en encontrar al hombre que ejercía como su "maestro" sentado en el borde de la ventana con los cristales astillados a punto de caerse, los ladrillos bajo las ventanas tenian ya un color verdoso por la humedad de forma casi  imperceptible desprendían pequeños fragmentos de arcilla los trozos caían  apilando  un montón cada vez más notable.

Nigrum Paladinus Ángelus Mortis Donde viven las historias. Descúbrelo ahora