Quiero besarte.

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—Todavía no me dices cuánto tiempo lleva Yuuji fuera del país. —Te pregunto, mientras tomo asiento en el mismo sofá que tú.

—Hoy se cumple semana y media —dices, reclinándote sobre el reposabrazos y recargando tus pies descalzos contra mi cadera. Siento tus dedos moverse, haciéndome cosquillas.

No sabes el esfuerzo que hago por no mirar más de lo debido, pues mis manos tienen el terrible impulso de viajar hasta la piel desnuda de tus tobillos y acariciarlos con delicadeza.

—Ya veo —murmuro, prestando suma atención a tu entristecida mirada.

—A veces pienso insistentemente en querer llenar su buzón de notificaciones con mensajes y llamadas perdidas mías, para que así, la próxima vez que él tuviera que mirar su teléfono, se diera cuenta de lo mucho que lo amo y lo extraño —dejas escapar un sonido extraño, simulando una risa—. Pero hacer eso, solome convertiría en una persona posesiva, celosa y egoísta... Y al final, él terminaría pensando que soy una molestia y se hartaría de mí. —Sonríes negando ligeramente con la cabeza.

—No creo que él pensara que eres una molestia.

—No lo sabes, Megumi. Las cosas entre Yuuji y yo no siempre son miel sobre hojuelas —confiesas, y ahora tus pies están sobre mis piernas, y probablemente sólo yo me doy cuenta de eso—. Tenemos problemas, como todos, pero algunas veces he llegado a pensar que soy la responsable de la mayoría de ellos.

—¿Por qué lo dices? —pregunto, con sumo interés.

—Porque soy egoísta, me gusta la atención y suelo ser exigente en algunas cosas. Y créeme, eso ha traído problemas entre Yuuji y yo. A veces es como si quisiera que él fuera solo mío, pero cuando te das cuenta que no puedes poseer a ninguna persona, no hay más que hacer. —Dejas escapar un suave suspiro y me miras con tus enormes ojos—. Es como si a veces creyera que no merezco ser amada por él, pero no quiero hablar de eso ahora.

—De acuerdo.

—Pensar que alguien te pertenece solo porque es tu pareja, está mal. Al final no importa si estás con alguien, la soledad y el vacío te perseguirán siempre —suspiras—. Dime, Megumi ¿te gusta la soledad? —preguntas, como queriendo encontrar en mí una respuesta que buscas en ti—. ¿Te gusta caminar solo, vivir solo, viajar solo, comer solo, hacer tus actividades solo?

Bajo la mirada hacia tus níveos pies que se mueven sobre mí, y sin pensarlo, me atrevo a colocar mi mano sobre ellos, pero no la muevo, solo la descanso ahí.

—Más que gustarme, me he acostumbrado a ella. No tengo problemas con estar solo, ya que de ese modo puedo ser libre y ser yo mismo. —Mi mano comienza a moverse lentamente a lo largo de tus pies, tocando tus delicados tobillos—. Aunque estar solo y sentirse solo, son cosas diferentes.

Miras el movimiento de mis manos, pero no rechazas mi tacto, así que continuo. Pero no sabes lo mucho que estoy luchando conmigo mismo para no descontrolarme y terminar avanzando a lo largo de la piel lisa y suave de tus piernas, que termina en un par de muslos, cuya belleza es eclipsada por esa falda que traes puesta. Sin darme cuenta, mi temperatura corporal se está elevando.

—Ya veo, algún día tendrás que enseñarme esa diferencia. De momento, dejemos de estar melancólicos —propones—. Quería decirte que leí tu libro en el tren.

Mi corazón da un respingo al escucharte decir eso, y el calor que comenzaba a acumularse en mis orejas, ha desaparecido.

—¿En qué parte vas?

—Cerca de terminarlo —contestas, levantando la comisura izquierda de tus labios—. Me gusta Sadashi, es fabulosa. Constantemente me he sentido identificada con ella. «Sadashi: chica ambiciosa, con ganas de comerse el mundo, ¿eh?» —enfatizas, y sobas mi muslo con tu pie, jugando—. Mis deseos de querer conocerla se han duplicado. Llévame con ella mañana, Megumi.

Untouchable.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora