Caos parte 1.

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«El caos es la partitura en la que está escrita la realidad.» Henry Miller.

*

No vivían juntos a pesar de llevar cinco meses juntos. Habían decidido hacer que funcionara para los dos, turnándose por mes, para vivir una semana en el apartamento del otro. Y a Fushiguro eso le gustaba, porque aunque no la tenía todos los días, le encantaba ser víctima de la belleza de Nobara, pues podía aprovechar los momentos muertos para verla haciendo cualquier cosa, y así contemplar el universo reflejado en ese par de ojos marrones cuando ella parecía ausente. Y le gustaba, porque toda ella era asombrosa, desde sus cabellos, a veces desordenados, hasta la delicadeza de su cuello, o las cicatrices que ahora adornaban sus muñecas. Nobara era hermosa, hermosa de una manera que su cordura no lograba comprender. O al menos eso pensó Fushiguro, aquel sábado de noviembre por la noche, en que cepillaba el cabello de Nobara frente al espejo. Ella parecía haberse perdido en pensamientos desconocidos. Era como si ella no notara lo mucho que él la amaba con la mirada. De pronto, sus ojos se encontraron en el espejo, y ella esbozó una sonrisa de la que no parecía ser consciente.

—Le envíe mensaje a mi padre —dijo ella, de repente, observando las manos de Megumi moverse sobre su cabello.

—¿Se verán?

—Sí. Mañana temprano. Iremos a tomar un café —contestó, bajando la mirada en un breve momento en el que se hizo silencio.

—¿Cómo te sientes?

—Honestamente, tengo miedo —suspiró—, pero tengo que dejar de huir.

Volvieron a intercambiar miradas en el reflejo.

—Si no te sientes lista...

—Quiero hacerlo.

—Pase lo que pase, voy a estar contigo.

—Gracias, Megumi.

Y bien entrada la noche, cuando sus almas debían estar flotando en las extensas aguas de los ríos oníricos, él la buscó con los brazos y le acarició la piel desnuda de su cuello, y entonces ella recibió a Fushiguro, ¡Oh, siempre lo recibía en su pecho! en un abrazo donde se confundían los olores, mezclándose en la atmósfera, en una mortecina danza que les impregnaba los sentidos, haciéndolos soñar sueños de los que no querían despertar. Y a veces Megumi, a mitad de la noche, le llenaba el cuello de besos silenciosos, preguntándose si ella y él flotaban sobre el mismo río o simplemente se volvían desconocidos.

Y ahí, acostados, con las extremidades entrelazadas, fundidos en un abrazo amorfo del que poco podía saberse de quién era qué pierna o qué brazo, Nobara estaba despierta con los ojos cerrados, inquieta hasta el infinito por no poder conciliar el sueño -como le había estado ocurriendo últimamente- y porque sentía que el tiempo la arruinaba con cada paso que daba, «El tiempo es un sucio artilugio», recordó las palabras que Fushiguro le dijo en una de sus charlas nocturnas, de esas que solían tener para quedarse dormidos. Y tenía razón, para ella en ese momento, se sintió como si el tiempo lo distorsionara todo, con su mecanismo incomprensible, invisible y voraz. Era como estar cayendo en un vórtice sin fin. Y entonces en medio de su terror, empezó a llover, de esa clase de lluvias que traen reminiscencias con cada gota que toca el suelo y golpea la ventana en un arrullo, murmullo lejano empapado de melancolía.

Afuera llovía, pintándolo todo de un ambiente gris y lúgubre, como su interior. Para ella, la lluvia era un cruel recordatorio de la tormenta interminable que habitaba en su alma. «Si Yuuji no estuviera aquí, probablemente yo ya no sería yo, sería nada», se dijo, porque ella se detestaba, de verdad lo hacía, y sin embargo estaba ahí, escuchando el ruido del agua caer en el exterior, acostada en la cama junto a Yuuji, «justo ahora, no hay otro lugar donde me gustaría estar», pensó, mirándole el perfil a su amado. Cerró los ojos, y lentamente fue perdiendo la conciencia bajo el tacto de la mano de Yuuji sobre su cabeza, respirando el aroma masculino, maldita sea, ese aroma era tan reconfortante, envolvente y sutil.

Untouchable.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora