Palabras de escritor.

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No supo en qué momento decidió descansar en el silencio húmedo de los masculinos labios, así como tampoco supo en qué momento el dolor se transformó en la urgencia impresa en las manos que ahora surcaban su espalda, suplicando por el fuego que amenazaba con incendiar su piel.

Abandonaron la terraza en el momento en que las grises nubes dejaron caer espesos goterones sobre sus cuerpos. La habitación se fue llenando de susurros y jadeos, opacados por el crujir del agua de la lluvia golpeando la ventana.

Con los rostros mojados por la lluvia saborearon un beso con la amargura del café en sus lenguas, mezclado con el sutil aroma a sandía del labial de Nobara.

Sin separarse, caminaron hasta la cama, donde él se sentó. Hubo un momento en el que únicamente se miraron, como dos adolescentes ante la incertidumbre de su primera vez. Ella se acomodó entre las piernas de Megumi, permitiendo así que él pudiera aferrarse a su estrecha cintura. Ella lo observó y sonrió con perversidad antes de inclinarse y volver a juntar sus labios. Para ese momento, sus respiraciones se habían mezclado.

Megumi sintió los finos dedos de Nobara hundirse entre los cabellos de su nuca, y entonces ella tiró de un par de mechones con cierta impaciencia impresa en cada movimiento.

—Megumi —dijo ella con voz sedosa, acercándose a su oído para susurrarle secretamente algo que le erizó los vellos a Fushiguro. Inmediatamente después, ella se separó de él, arqueando la espalda para que Megumi tuviera mayor amplitud para tocarla.

Había un brillo especial en los ojos de Nobara que incitaba a querer pecar. Sus pupilas dilatadas le oscurecian la mirada, resaltando el deseo que habitaba dentro de ella. Las mejillas coloreadas sutilmente de carmín, estropeaban sus facciones, haciéndola lucir seductora, oscura, melancólica... Anhelante.

Se deshicieron de sus playeras de manera apresurada, y con las respiraciones agitadas, se miraron fugazmente antes de que él cambiara su lugar con ella, dejándola bajo su cuerpo. Megumi comenzó a repartir besos a lo largo del pecho de Nobara, mientras sus manos delicadamente se deslizaban sobre la piel desnuda de su cuerpo, ella surcaba la espalda de Megumi hasta llegar a su trasero, donde, con marcada ansiedad, se precipitó hasta la parte frontal de su cuerpo, frotando suavemente la erección bajo los pantalones. Le gustó saber que Fushiguro la deseara tanto. Nobara se jaló el labio inferior con los dientes, mientras miraba con perversidad la cara de Megumi transformada en osadía.

Nobara continuó con el movimiento de sus manos hasta que hábilmente logró desabrochar los pantalones y descubrir aquella turgente parte del cuerpo de Megumi.

—Qué hambriento está... —musitó Nobara, sobándolo con los dedos.

Megumi pasó saliva, sintiendo cómo lentamente perdía el juicio. Ella hizo que cambiaran su postura para poder inclinarse hasta regazo de Megumi y pasar su lengua por la humedad salina que goteaba.

El ego masculino se disparó al observar el bello rostro de Nobara, estropeado por la codicia, usando sus labios sobre su cálida piel. Ningún hombre rechazaría la perfección de un placer como aquel, en el que ella parecía ser muy hábil. La temperatura se arremolinó en toda la parte superior de su cuerpo, haciéndolo perder el control sobre sus latidos, sobre du respiración y pensamientos.

—Me gusta lo que haces... —reveló Fushiguro con voz ronca, totalmente extasiado. Llevó una de sus manos a la cabellera de la mujer para marcar un ritmo.

Continuaron así unos momentos.

—Detente —dijo él, sintiéndose completamente al borde, con el rostro deshecho por la inminente ráfaga de placer que estallaría si ella continuaba.
Respiró hondo. Cerró los ojos buscando sopesar el cosquilleo que recorría toda su palpitante longitud, buscando resistir a la estimulación que ella le procuraba.

Untouchable.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora