The Blues.

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«Tratar de irte de donde siempre quieres volver; eso es el blues». Daniel Habif.

*

6 meses después

Mis días pasan sin que sepa si es martes, jueves o sábado. Nobara... aunque quiero escapar de ti no puedo, pues cuando cierro los ojos ahí te encuentro. De pronto, todo se vuelve silencioso y veo tu sonrisa persiguiéndome hasta en sueños. Y me persigue cada mueca silenciosa esculpida en tus facciones, y el aroma en tu cabello, llenándolo todo de tu esencia de mujer, con largas hebras color marrón resbalando entre tu pecho. En tus ojos la mirada germinando el misterio. Pero es tan difusa ya tu imagen que no puedo describirte. Tendría que inventar palabras que no existen para decir lo inefable.

La intoxicación del insomnio no me permite asimilar lo que ya sabía, lo que desde un principio supe al decidir pisar tu espeso bosque. Y doy vueltas en la cama, inquieto, pues no sé cómo acomodarme... cómo acomodar mi existencia en este mundo. Pienso en el instante en que todo comenzó. Fue aquella implícita invitación que me hiciste ese primer día, invitación de enredarme en cada rama de tu follaje. Tan sólo bastó que dijeras tu nombre. Nombre salvaje, de fierecilla indómita, nombre que huele a rosa y sabe a sandía. Exótico y poderoso. Nombre que incita al bien y al mal.

O quizá fue el preciso momento en que despegaste los labios para decir «No me conoces... todavía», con esa inflexión en tu voz que indicaba tu deseo de que yo entrara a tu vida. Quizá fueron las miradas furtivas que solías darme cuando creías que nadie te veía, y que solías acompañar de ese movimiento tuyo de llevar un mechón de cabello detrás de tu oreja, haciéndote parecer tímida y coqueta a la vez.

¿Qué pretendías con esas sonrisas apenas comenzadas? ¿Convertirme en lo que ahora soy, en un hombre solitario que trata de huir de donde siempre quiere regresar? ¿Por qué querrías tú estar con Yuuji, pero tenerme a mí como un felino en espera de atacar?

Aquí, todo está peor. En mi contestador hay mensajes de Nanami enfadado por no haberle enviado la última corrección del manuscrito, y por no responder sus llamadas. Pero no importa. Esto ya no tiene sentido. O quizá nunca nada tuvo sentido, y sólo fui yo forzando una ilusión, viendo señales que nunca diste solo porque siempre quise que lo hicieras, porque te deseo(aba) tanto ¿Qué sentido tiene desearte tanto? ¿A dónde se va toda esa pasión que no es colmada? ¿Para qué tanto si al final todos morimos?

***

El frío y tempestuoso viento, propio de un atardecer nublado del ya casi desvanecido verano, se ha filtrado por las rendijas, sacudiendo las cortinas. Es esa clase de viento que provoca sensaciones de nostalgia y vacío, recordándome lo solitaria que puede llegar a ser la vida. En ese sentido, Toji tenía razón: soy un pobre, olvidado y solitario loco.

Me pongo de pie para cerrar el ventanal, entonces, echo un vistazo al exterior. El cielo gris ha sido rutinario en estos días, y es precisamente este clima lo que se convierte en un recordatorio más de lo mucho que en ti suelo pensar.

Repentinamente, mi teléfono móvil comienza a sonar. La manera en que la melodía hace ruido es inusitadamente desesperada, me hace pensar en Nanami. Probablemente está enfadado por toda mi actitud evasiva y poco productiva al escribir. Qué más da, silenciar el teléfono es una solución, pero al mirar la pantalla del teléfono, me muestra un número desconocido. Respondo.

¿Fushiguro? —Escucho tu voz al otro lado, con esa forma tan tuya de llamarme por mi apellido. Y no sabes, no podrías saberlo, pero justo ahora mis entrañas se tuercen en una extraña danza que recorre mi cuerpo entero.

Untouchable.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora