Vendedor Ambulante

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Subí al metro. En el primer trayecto logré vender cinco tabletas de chocolate, mil pesos cada una. Un caballero me pidió veinte, pero solo me quedaban diez, eran demasiadas. Entonces aceptó recibir las diez que me quedaban, me dio el billete de veinte mil y me dijo que guardara el vuelto. Me bajé feliz del tren, había vendido todo en un abrir y cerrar de ojos, y por el doble del precio normal, era una anécdota fortuita que le contaría a mi mamá al llegar a casa. El billete era falso.


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