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"Hay probabilidad de que ocurran cosas inesperadas en cada segundo de nuestra frágil existencia."

Paulo Coelho

—¿Segura que ya te encuentras bien? —pregunta Erwan desde el asiento del conductor.

—Qué sí. —insisto, poniendo cara de fastidio. Se ha pasado todo el viaje de camino a casa preguntando lo mismo.

—Si necesitas ir al hospital, solo dímelo.

—Solo tragué un poco de agua. No es un gran problema.

<Casi mueres, idiota.>

—De seguro si alguien no me hubiera atado por querer comerme una pizza con las manos, no habría pasado tanto tiempo debajo del agua. —lo fulmino con la mirada, y llego a ver como una de sus comisuras se eleva ligeramente.

—Lo dices como si nunca antes te hubieran amarrado las manos. —añade, con un tono irónico.

—¡Por supuesto que no! ¿Qué clase de gente crees que me rodea?

—Me refiero en el sexo, rubia.

Frunzo el ceño, removiéndome en el asiento.

—Pues no. —confieso.

Me mira por un breve segundo con un semblante asombrado, antes de volver la vista a la carretera.

—Eso sí que es raro. —inquiere— Casi todas las mujeres que he conocido tienen esa fantasía.

Y yo también la tengo. —quise decir, pero la frase quedó atorada en mi garganta.

Max fue mi primera vez en todo, incluso en el sexo. Todo lo que he experimentado en ese ámbito, ha sido con él. Ha cumplido casi todas mis fantasía, desde la más controversial: hacer un trío con otra chica; hasta la más sencilla: hacerlo en una playa.

Pero lo que viene siendo dominación, al estilo 50 Sombras de Grey, o incluso un poco menos, nunca lo hemos hecho porque no le atrae la idea.

—Pues yo no. —miento— Así que intenta no atarme más.

—Eso no lo puedo prometer. —ladeo la cabeza, indignada por su respuesta.— ¿Qué? Mis fetiches son mis fetiches.

Niego con los ojos cerrados.

—Rarito.

Al entrar a mi calle, estiro la mano hacia el asiento trasero para agarrar mi bolso. Cuando regreso la mirada al frente, me encuentro con la figura intimidante de Kyan, recostada en la pared de su edificio con una paleta en sus labios y con la cabeza gacha. Tiene las manos dentro de los bolsillos de su chaqueta y por alguna razón, mi ojos se desvían hacia...

—¿Leah? —Erwan mueve su mano frente a mí rostro, llamando mi atención.

—¿Mmm?

—Ya estamos en tu casa. —agrega. Ni siquiera me di cuenta del momento en que nos detuvimos.

—Oh, genial.

Antes de que pueda decir nada más, la puerta del copiloto se abre y alguien me toma del brazo, sacándome a rastras.

—¿Qué haces, Max? —exclamo al identificarlo.

—¿Qué haces tú en ese auto con... —lleva la vista hasta el chico que ahora se baja del vehículo— ese?

Ese tiene nombre. —inquiere Erwan con una media sonrisa y los brazos cruzados sobre su pecho.

—No me interesa. —replica Max y luego fija su mirada en mí— ¿Este fue con quién te besaste en un callejón hace unos días?

Control: un cuerpo, dos almas©️ [Killer #0]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora