CAPÍTULO 16 (especial)✔

7.6K 542 70
                                    

ALEC MISHTON

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


ALEC MISHTON

¿Nunca les ha pasado que ven u oyen algo, y de repente sienten la necesidad de tenerlo?

El que lo niegue es un torpe mentiroso en toda su regla. Sentir la necesidad de poseer algo es una cosa que nos ocurre a todo ser humano al menos una vez en nuestras vidas. Ejemplo, cuando eres pequeño y vas a la tienda con tu madre, supongamos que hay un juguete que te gustó, lo quieres para ti, quieres ser dueño de él, en ese momento harías lo que sea por tenerlo, entonces ¿qué hacemos? Una perreta, hacemos una pataleta hasta que nuestra madre se canse y termine por darnos esa cosa que queríamos. Otro puede ser cuando eres mayor, te llama la atención una chica, o un chico, nunca se sabe, estás dispuesto a conquistarla ¿qué haces? Un plan, estrategia, a veces cosas que nunca pensaste hacer con tal de captar su atención, de que se fije en tu existencia.

A mí me pasó, yo era como ese niño, entrando a una juguetería, y hubo uno es especial que me deslumbró por completo. Yo quería ese juguete, que viniera conmigo a casa para poder jugar con él. Pero hay un pequeño problema con querer algo, y es que no eres el único que lo va a desear. A mí ese juguete me lo intentaron quitar, arrebatándolo de mis manos cuando ya estaba casi listo para llevármelo. Eso no lo podía permitir.

Me obsesioné, lo admito, intenté jugar limpio, hacer mis movidas sencillas pero eficaces. Iluso, no dio efecto, fue entonces que mi padre me dijo una frase que cambió por completo mi punto de vista: " Hijo, la única manera de conseguir lo que queremos, es arrebatándolo a aquellos que lo poseen".

Fue en ese momento que me di cuenta de que si en verdad lo deseaba, debía destruir a todo aquel que se interpusiera en mi camino por conseguirlo.

Y eso hice.

Ya mis acciones no eran sencillas, para nada. Empezaron a ser más planificadas, más elaboradas. Ya perdí ese juguete una vez, ¿qué les hacía pensar que lo perdería una segunda?

La simple pronunciación de su nombre me provoca una placentera sensación en mi pecho: Adriana Méndez.

Esa pelirroja captó mi atención desde el primer instante sin siquiera intentarlo. Muchos se sentirían atraídos por la oscuridad, yo no, a mi me atrajo su inocencia. Esa chica destilaba pureza por donde quiera que caminara. Su andar recatado, sus sonrisas menudas, sus delicados gestos, la suavidad de su tacto y la tranquilidad que transmitían sus palabras, todas ellas la caracterizaban. Era como un ángel entre simples mortales.

Al principio me bastaba con tenerla cerca, con poderla tocar u oír, pero después esa adoración se fue convirtiendo en una obsesión enfermiza que ni podía, ni quería detener. Ya no solo me conformaba con poderla ver todos los días, yo la quería solo para mí, no quería que nadie más la viera. Su belleza me pertenecía.

No sabía qué hacer para tenerla, pero el destino estaba de mi parte. Imaginen mi sorpresa cuando descubrí que sus madres, tan recatados que se veían, estaban más sucios de lo que pensé. Ellos debían dinero, mucho dinero a mi padre, ¿qué hicieron? La vendieron, la vendieron hacia nosotros a modo de pagar su deuda.

Evil Rose Donde viven las historias. Descúbrelo ahora