1. En línea.

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—Debes descargar esa aplicación, encuentras chicos muy lindos —era la tercera vez que me lo decía.

—No tengo tiempo para esas cosas, te recuerdo que tenemos un proyecto de laboratorio que entregar la próxima semana y ninguno de los dos me ha ayudado.

James se coloco frente a mí, comenzando a caminar de espaldas.

—Deberías hacerle caso a Lara, yo también la descargue y hay personas que valen la pena. Aprendes diferentes culturas, no sé, podrías encontrar a alguien que sea de Alemania. ¿No te gustaría?

Touché.

No era un secreto que extrañaba Alemania, si bien he pasado bastante tiempo en Canadá –desde los 8 años para ser exacta–, nací y me crie allí.

—Dame tu celular, yo haré tu perfil —ordenó Lara, sin pedir mi permiso. Le entregue mi celular de mala gana.

—¿Ahora podrías caminar bien? —le pregunto a James—. Me causa ansiedad que camines así.

—Todo te causa ansiedad —respondió con burla—, deberías tranquilizarte y salir de tu burbuja.

No podía negarlo.

Mis papás siempre han sido personas sociables, en cambio yo, bueno... soy lo opuesto; me cuesta trabajo socializar con las personas ya que soy tímida. Nunca me he sentido mal por eso, estoy feliz con mi pequeño grupo de amigos. Conocí a James y Lara cuando me mudé, los tres vivimos en la misma calle, ellos fueron amables al invitarme a su pequeño grupo de amigos. Desde ese momento somos inseparables, tanto que iremos a la misma universidad.

Los tres nos detuvimos en la entrada de mi casa.

—Me gusta mi burbuja, pero gracias por preocuparte. Lara, ¿ya me devuelves mi celular? —alzo su mano para que le diera un momento.

—Listo —me entrego mi celular—. Ya hay algunas solicitudes, y por favor no cambies las fotos.

Me despedí de ambos y entre a la casa.

—Cassie, estoy en la cocina.

Fruncí mi ceño al escuchar la voz de mi mamá. Era inusual que estuviera en casa a está hora, siempre llegaba en la noche junto con papá. Al entrar a la cocina la vi preparando la cena –otra cosa que era inusual– mi papá era el que se encargaba de hacer las comidas ya que mi mamá no era tan buena. Siempre se distraía con otra cosa y la comida solía quemarse, o tener mal aspecto.

—Es raro verte a esta hora en casa.

—Termine el diseño de la casa antes de lo previsto, por eso estoy aquí. Le dije a tu padre que haría la cena, esto es un fracaso, es la segunda vez que intento que la salsa de tomate no se queme.

No pude evitar sonreír.

—¿Te ayudo en algo? Podemos hacer la cena entre las dos.

Volteó a verme con una sonrisa y negó con la cabeza.

—No te preocupes, voy a pedir comida italiana. Mejor disfruta lo que queda del día.

—Entonces subiré a hacer mis tareas.

Soltó una pequeña risa.

—Se supone que debería presionarte para que las hagas, no que las hagas por voluntad. Deberías subir a ver una película o dormir un rato, además ya es tarde para que hagas tus tareas.

—Como tú órdenes.

Salí de la cocina y me dirigí a mi habitación. Al abrir la puerta encontré mi habitación ordenada, probablemente mamá la haya recogido. Siempre he sido algo desordenada, en mi defensa: no me da tiempo de ordenar. Me acuesto en mi cama y saco mi celular, al revisar las notificaciones veo tres solicitudes de la aplicación de Lara. Dos canadienses y un mexicano. Por curiosidad me pongo a revisar el perfil del mexicano y debo admitir que en las fotos se ve guapo; bronceado, cabello castaño oscuro, ojos cafés, pestañas y cejas pobladas, labios gruesos y una sonrisa torcida.

Ilusión a distanciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora