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Escondida en las sombras paso desapercibida, en la inmensa casa solo hay unas pocas personas, y a los alrededores demasiados guardias como para matarlos yo sola, y aunque no lo estoy es demasiado arriesgado.

Por lo cual solo uso mis habilidades para camuflarme y abrir con mucho cuidado y silencio la puerta de atrás, nuestro hacker también ayuda, el está en casa,  haciendo que las alarmas no suenen y evitar a toda costa ser encontrados.

—Todo despejado, prosigan según protocolo —Informo por la radio pequeña— Recuerden la misión y no se desvíen.

—Como ordene —Contesta uno que otro.

Pasa uno primero, luego yo, me muevo con sigilo dentro de la gran casa, es fácil perderse si no la conoces bien.

—Tenemos problemas en el segundo piso —Me tenso, me quedo quieta en las escaleras y con un movimiento de mano detengo a todos— Un pastor alemán, está en posición de ataque.

Maldigo por lo bajo y aunque me cueste pronunciar lo siguiente lo digo.

—Matalo, una distracción menos —Silencio todo para no escuchar aunque se que no se oirá nada— Pelotón uno a la derecha los demás conmigo, matar o morir, espero sea la primera.

Les digo con susurro, todos se van y yo sigo mi camino hacia arriba, la luz de la luna ilumina lo necesario, llego a la primera puerta, donde en una cama grande duerme una mujer de cabello rubio y un hombre de bastante peso.

Escucho a lo lejos unos cuantos disparos, me pongo en guardia hasta que se calman poco a poco.

Malnacidos, con precaución me levanto a sacar la jeringa ya preparada, y mientras ellos duermen yo les inyectó un veneno que actúa en minutos, es silenciosos y efectivo.

—Sección uno completada.

—Vámonos

Informó antes de limpiar y ahora como si fuera mi casa irme de ahí.

Nunca matamos por matar, son gente que le debe a papá, escorias de la vida que a mí parecer le hacemos un favor a la vida, pero ¿Quién soy yo para decidirlo?

Cuando salgo están sin excepciones todos muertos, ni uno vivo, es una escena un poco perturbadora pero es como tiene que ser.

Me monto junto con otros tres hombres a la cuatro por cuatro y con rapidez nos marchamos de ahí, una vez segura quito lo que cubre mi cabeza, ellos hacen lo mismo y aunque no tengo ni puta idea de quiénes son les sonrió con amabilidad.

Treinta minutos en silencio llegamos a casa, bajo y mientras los demás hacen lo suyo yo me encaminó a la sala de juntas de papá que está con un whisky en la mano sin preocupación alguna. 

—Yo hago el trabajo sucio y tu simplemente estás ahí como si nada —Me da una mirada cansada, deja el vaso en la mesa y se levanta— No soy tus víctimas no te quieras hacer el chulo frente a mi que no te queda, el miedo te lo perdí hace mucho.

—Gran trabajo —Alzo ambas cejas y antes de abrir la boca para replicar el ya salió de ahí.

—¿Eso es todo? —Niego con la cabeza, voy hacia su vaso y terminó el trago que dejó.

Salgo cansada y con las piernas adoloridas de estar todo la noche agachada, al llegar a mi habitación pongo el ceño fruncido pues no está Mike en su lugar habitual.

—¿Peloncito? —No hayo repuesta y lo único que se me ocurre es que fue al baño.

Sin tanta importancia me voy hacia la ducha, me quito todo y me doy un corto baño de agua fría, cuando salgo me visto con un pantalón holgado y una blusa de tirantes sin sostén, antes de meterme a la cama unos toques en la puerta me llaman la atención.

Imperio De Mentiras Donde viven las historias. Descúbrelo ahora