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Hemos hecho funcionar esto por un mes.

Un mes de besos, de abrazos, de sonrisas, de mensajes por las mañanas y de visitas en la tarde que incluían un café compartido frente al atardecer.

El miedo es una leona que acecha constantemente, que se pasea por mi mente cada vez que estoy muy feliz y me dice que es imposible que todo sea tan perfecto.

La he ignorado, he referido la felicidad y la he ignorado. Pero en las noches de insomnio es ruidosa y me recuerda que puedo salir herida. De nuevo, como lo he sido antes.

Nain es perfecto, es más que eso, es... No sé si se da cuenta que a veces dudo, que a veces temo, pero nunca me obliga a nada, siempre sonríe, siempre es comprensivo.

Como la primera vez que fui a su departamento y vimos películas (para los curiosos, me hizo ver El Rey León), y le dije que debía irme pero obviamente en Osavia llueve, y ese día lo hacia de forma torrencial. Me ofreció quedarme.

No le respondí de inmediato. Miles de posibilidades cruzaron mi mente, pero luego recordé que es mi novio, se supone que puedo quedarme con él... ¿No?

Después de esa noche, se repitieron otras similares. Viernes mayormente, y siempre que me quedaba un sudor frío me recorría la espalda...

Y cuando quería explicarlo, a Tyler o a Aline, no encontraba las palabras para darles a entender que Nain era perfecto en todos los sentidos posibles y que el problema era yo, así que no decía nada.

Respecto a esas pijamadas (así las llamaba Graham), solo nos besábamos y tocábamos un poco pero él no estaba en la página del sexo aun, y lo respetaba y entendía.

Y hablábamos. De todo y nada. Hablar era algo en lo que éramos muy buenos. Él me contaba de sus padres, yo de Aline y Atticus. Él me contaba de su infancia y yo de mi tiempo en la escuela. Aun no mencionaba a mis padres, ni le hablaba de mis mayores sueños, pero le hablaba de cosas que antes no había dicho y eso era... Suficiente de momento.

—¿Quieres que te vaya a dejar? —Se interesa Atticus cuando me ve colocarme la chaqueta—. Asumo que vas a lo de Nain.

—Quiero darle su regalo de Navidad antes de que vaya a Catacan a casa de sus padres —Miro que estaba con su computadora, trabajando posiblemente—. No quiero molestar.

—No te dejaré salir con esta luvia infernal —Tome su chaqueta—. Vamos.

Atticus me lleva hasta el departamento de Nain y Graham que se encuentra a 10 minutos del nuestro, me deja poner la música que yo quiero y me cuenta un poco sobre el caso que llevan en el buffet. Como siempre es cálido, amable y sonriente.

Solo tenemos unos años de diferencia, pero es la única presencia masculina que tuve mientras crecía, es mi familia, y lo adoro.

—Gracias tío —Me despido tomando mi bolso—. No trabajes tanto.

—No prometo nada, sobrina.

El portero del edificio me saluda con cordialidad, ya sabiendo a qué piso me dirige me deja pasar. Aprieto el botón del piso 13 y espero pacientemente a que el ascensor me lleve hasta ahí.

En su piso camino hasta su puerta, familiarizada con el camino, lo cual solo me genera una ansiedad más profunda, y toco la puerta.

No pasan ni 30 segundos cuando un rostro desconocido abre.

—Hola —Me sonríe un pelirrojo alto y con aspecto de boxeador profesional—. ¿A quién buscas?

Gira su cabeza cuando lo llaman desde dentro y luego me mira.

Un Café al AtardecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora